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ANALISTAS 11/11/2025

Turismo familiar: apuesta de El Salvador que puede inspirar en la región

Natalia Bayona
Directora Ejecutiva ONU Turismo
NATALIA BAYONA

En turismo hay muchas historias posibles; algunas suenan novedosas, pero pocas combinan tanta oportunidad y coherencia estratégica como el turismo familiar. Es un subsector que, bien planteado, puede convertirse en un motor crecimiento que combine una demanda estable, mayor gasto por visitante y un reparto de ingresos hacia las Pyme y comunidades.

Esta semana dirijo la atención a una oportunidad concreta: considerar a las familias como motor del crecimiento inclusivo en turismo. Lo escribo después de conversar con la delegación de El Salvador en Madrid, encabezados por Gabriela de Bukele, primera dama del país, que presentó una apuesta clara y articulada por este tipo de turismo y las políticas necesarias para desarrollarlo.

Las cifras muestran que el país afronta un buen momento en lo turístico. Desde 2019, El Salvador figura entre los destinos con mejor desempeño turístico y registró un crecimiento de llegadas internacionales de 94%. Solo en el primer semestre de 2025 el país anotó un incremento de 118% en Inversión Extranjera Directa, cifras que explican por qué hoy muchos otros destinos miran hacia allí estos días.

Ese crecimiento en el número de viajeros está acompañado por un compromiso con la seguridad, la búsqueda de la confianza y una estrategia clara. Ahora el reto está en transformar ese empujón en un turismo que produzca experiencias memorables para las familias viajeras, pero también bienestar y empleo de calidad para quienes vertebran el sector.

Las oportunidades de un subsector inclusivo

El turismo familiar tiene además el potencial para cambiar la percepción de los viajeros sobre una región. Las familias buscan seguridad, servicios integrados y experiencias que sean accesibles para todos, incluidos mayores y los niños. Cuando un destino ofrece eso, los beneficios también redundan en él: aumenta la duración de la estancia, crece el gasto medio por visitante y se distribuyen mejor los ingresos en la cadena productiva local: transporte, alojamiento, restauración, actividades educativas y culturales se ven involucradas en la experiencia. Y para países con potencial para continuar desarrollando el sector de manera sostenible, ese efecto redistributivo es clave.

Sin embargo, se necesita de iniciativas concretas que pueden acelerar ese cambio. En el caso de El Salvador se ha abordado desde el plano económico, con herramientas como guías de inversión turística; desde el organizativo con la creación del Primer Plan Integral de Reconocimiento de espacios y establecimientos y servicios ‘Amigables con la familia’ y desde el educativo con soluciones formativas, entre ellas una pionera, que se desarrollará de la mano de ONU Turismo con un curso por WhatsApp apoyado con inteligencia artificial. Estas iniciativas reflejan el compromiso de El Salvador por crear experiencias turísticas que generen recuerdo y que sean seguras y accesibles para todas las edades.

Un horizonte basado en las familias

En conjunto, estas medidas buscan tres cosas: atraer inversión orientada a familias, certificar y visibilizar ofertas alineadas con el planteamiento, y capacitar a empresas y comunidades con herramientas accesibles y que sean escalables.

Pero para que la estrategia funcione hacen falta condiciones claras: infraestructura accesible y de calidad, estándares de seguridad, formación práctica real para micro y pequeñas empresas, y acceso a financiación o incentivos. Para medir el impacto real es imprescindible contar con indicadores concretos como pueden gasto por familia, la duración media de la estancia, la tasa de empleo local generado y nivel de satisfacción por tramos de edad.

El Salvador está apostando por abrir camino en un segmento innovador y capaz de atraer inversión en el que otros destinos pueden poner también los ojos. Y, como todo nuevo escenario, no está exento de desafíos que conviene analizar, y para ello se necesita de políticas públicas claras y diálogo constante con comunidades y empresas. También es necesario priorizar la formación para microempresas turísticas y comunidades rurales, así como formación en atención inclusiva y criterios de sostenibilidad ambiental.

Ahora, hay que convertir las ideas en un turismo con rostro humano: que impulse economía, cree empleo y refuerce la comunidad. Si se aborda desde el rigor y con criterios claros, la apuesta por la familia no solo ampliará las opciones de desarrollo, puede transformarse una política pública que mejora calidad de vida local. La oportunidad está sobre la mesa.

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