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La reciente decisión de Sergio Fajardo(Centro-Derecha) y Abelardo De La Espriella (Derecha) de marginarse de las consultas interpartidistas programadas para marzo de 2026 ha agitado el ya complejo ajedrez electoral colombiano. Este movimiento estratégico, lejos de ser un simple capricho de campaña, podría marcar la defunción práctica de un mecanismo diseñado para unificar fuerzas, pero que hoy parece estar sirviendo de trampolín solo a quienes no logran despegar por cuenta propia.
El panorama que se consolida es el de un choque directo en primera vuelta, una dinámica que beneficia a los líderes que hoy encabezan las encuestas y que, curiosamente, son aquellos que han optado por la ruta individual.
Una mirada a las últimas encuestas de intención de voto revela una paradoja demoledora: los punteros y figuras con mayor capital político en sus respectivos espectros son precisamente los que han decidido sortear el mecanismo de las consultas. Iva Cepeda (izquierda), con su amplia base electoral consolidada, y ahora Fajardo y De La Espriella, le están dando la espalda al ejercicio.
En contraste, quienes con mayor ahínco promueven las consultas-especialmente en el centro y la derecha-son candidatos que, a pesar de su trayectoria, no han logrado encontrar la ruta para despegar significativamente en las encuestas.
Para ellos, la consulta se convierte en la única opción viable para obtener visibilidad, financiamiento estatal y el respaldo de una coalición unificada.
Este escenario no es inédito. Hace cuatro años, en la contienda presidencial de 2022, la consulta interpartidista del Equipo por Colombia fue ganada por Federico “Fico” Gutiérrez. Este triunfo le sirvió para agrupar el respaldo de los partidos tradicionales y posicionarse en la primera vuelta.
Sin embargo, el verdadero giro electoral provino de un candidato que decidió jugar por fuera: el difunto Rodolfo Hernández. El ingeniero santandereano, ignoró las consultas, construyó su propia narrativa anti-establecimiento y, sin el respaldo de los grandes partidos, terminó dando la sorpresa al clasificar a la segunda vuelta, dejando a “Fico” por fuera. La historia nos demostró que el verdadero caudal de votos no siempre se canaliza a través de los mecanismos internos de los partidos, motores de las consultas.
Hoy, la lección es más potente: si Fajardo y De La Espriella, quienes cuentan con un reconocimiento considerable en sus bases, eligen la ruta de la primera vuelta, están validando la tesis de Hernández: la coalición y la maquinaria pueden ser menos determinantes que una candidatura con carisma propio que no teme enfrentarse a los líderes desde el inicio.
La decisión de Fajardo y De La Espriella, al retirar a dos figuras de peso de la contienda interna, deja a las consultas interpartidistas, para ser francos, en un estado de coma.
Las coaliciones restantes se enfrentarán a un problema de legitimidad y relevancia. La expectativa de movilización será baja, y el resultado, previsiblemente, agrupará a un conjunto de fuerzas que ya están demostrando tener dificultades para convocar al electorado en torno a la figura Presidencial.
Y aquí viene el golpe final: la realización de las consultas exige que el Estado Colombiano desembolse cientos de miles de millones de pesos para su organización logística, el despliegue de jurados, el cubrimiento de tarjetones y el pago de la reposición de votos a las campañas.
En un momento de extrema dificultad fiscal para el país, insistir en llevar a cabo un mecanismo que, en la práctica, ha sido desautorizado por los líderes de la opinión y las encuestas, no es solo un error político, sino una irresponsabilidad financiera.
La retirada de Fajardo y De La Espriella es el golpe de gracia a las consultas interpartidistas de 2026. Al optar por la vía directa de la primera vuelta, han establecido la nueva regla del juego: el camino al Palacio de Nariño se define en la contienda general de Mayo de 2026, no en las primarias internas.
Quienes insistan en el mecanismo de la consulta, aunque lo hagan por razones legítimas de unidad, deben reconocer que el costo-beneficio para el país es insostenible. El Estado Colombiano no puede permitirse el lujo de gastar sumas multimillonarias en una consulta que, según el sentir de los líderes y la historia reciente, hoy es una herramienta inoperante y obsoleta para la definición del panorama electoral.
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