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Analistas 12/01/2022

El terror de los 28

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Hace 10 años Joaquín y su esposa Berenice (no son sus nombres reales) están pagando una vivienda en uno de los conjuntos cercanos al Portal de las Américas. Es su capital, es su futuro, es la herencia para sus hijos e incluso para la nieta que viene en camino. Era una bendición por allá en 2010 cuando el salario de conductor le permitió a Joaquín ahorrar para tener una cuota inicial. Todavía, cuenta, no la ha terminado de pagar. No le falta mucho, pero ya no la quiere. No se imaginaron que lo que un día compraron como la gran inversión y el sueño de sus vidas se iba a convertir, por cuenta del desgobierno y la violencia, en la zozobra de cada día y la pesadilla de los días 28 de cada mes.

“Ya no es el Portal de las Américas, sino el Portal resistencia, ¡hágame el favor!” exclama Joaquín con un poco de rabia y mucho de frustración. La desidia del Gobierno Nacional y de la Alcaldía de Bogotá les quitó los derechos sobre su propia casa. Ya no pueden, ni siquiera, decidir el olor de los que solían ser sus espacios: ahora cada rincón está impregnado de ese tufillo de gases lacrimógenos y papas bomba. Cuando ese olor empieza a escurrirse a principios de cada mes, porque se silencian los estruendos de las confrontaciones, llega uno aún más indeseable, empieza a invadirlos con intensidad el de la marihuana, el bazuco y otras drogas que se cuelan por entre las ventanas agrietadas. “Este era un barrio sano, ahora hay un jíbaro en cada esquina”, me dice Joaquín y no hay ni rastro de rabia en él, es más bien tristeza.

Muchos de los copropietarios del conjunto han decidido irse, pudieron hacerlo. Pero ellos no tienen opción. Se van esos buenos vecinos con los que algún día hicieron comunidad y los dejan a ellos tan solos como desvalorizada su propiedad. El crédito para comprar la casa ya se pagó hasta el doble, pero la casa ya cuesta mucho menos, “haga las cuentas”, termina por decirme.

Nada de los que se cuenta es tan aterrador como lo que realmente se vive allí, en el Portal de las Américas. Un lugar de Bogotá, óigase bien, de la capital del país, con el que hacen lo que quieren. Aunque es una tragedia anunciada, todos los 28 de cada mes se repite la misma historia: llegan los vándalos, se denominan primera línea, salen incluso de los apartamentos que están alrededor, imponen sus propias leyes y hacen la noche de la barbarie. Los que viven en el sector, saben que ese día hay un toque de queda tácito, nadie sale y nadie entra, a menos que esté dispuesto a resultar lesionado en medio de las virulentas protestas. Al día siguiente destrozos, desorden y la cuenta de los heridos o los muertos. Lo peor de todo es que a las autoridades, que cada vez tienen menos autoridad, eso se les volvió paisaje: dejan que los vándalos demuestren su poder y entregan a toda una comunidad a las garras de esas células urbanas del terrorismo. Sí, con la complicidad del Distrito y del Gobierno, los habitantes de esos barrios del occidente de Bogotá quedaron secuestrados. Sus derechos están a merced de los violentos. Eso sí es resistencia, porque “resignación jamás” sentencia Joaquín.

¿Y la solución?, no la hay, porque el ministro de Defensa y la alcaldesa ni se ponen de acuerdo ni se ocupan, al contrario, se preocupan más por imponer su propia visión de seguridad que por retomar el control de ese sector.

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