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Analistas 01/11/2023

Cada uno ve un país distinto

Maritza Aristizábal Quintero
Editora Estado y Sociedad Noticias RCN

Dicen los conservadores “el Partido Conservador creció y se consolidó como la primera fuerza de centro derecha con un aumento en el número de gobernaciones y alcaldías y consiguiendo más de dos millones de votos”. En el Centro Democrático aseguran: “gran triunfo de la oposición del Centro Democrático logramos participar activamente en nueve gobernaciones, seis alcaldías de ciudades capitales y 91 alcaldías municipales”.

La U no se queda atrás, dicen que se consolidaron en 15 regiones del país y presentan su propia lista “11 gobernaciones, ocho de ellas con aval propio y tres con coaval, cuatro alcaldías, dos con aval principal y dos con coaval de La U”.

Los liberales se proclamaron la primera fuerza regional con siete gobernaciones propias y 11 en coalición. Cambio Radical también se califica como el gran ganador y que logró desplazar en lo local a la Alianza Verde y al Pacto Histórico.

Acá ni siquiera aplica el dicho de que no hay triunfo pequeño, es que cada uno se siente el gran ganador, todo hace parta de la idolatría que caracteriza a los partidos políticos. Hasta los que frente a las evidencias son los perdedores: aún con un mapa político completamente distinto y una reconfiguración de las fuerzas en el país, la izquierda en Colombia se dice victoriosa.

El mismo presidente Gustavo Petro escribió en un trino “70% de las curules de ediles de toda la ciudad de Cali son del Pacto, ahora hay una bancada de cuatro diputados en la Asamblea, hoy no hay uno solo, y tres concejales en Cali. El avance de las fuerzas del gobierno en el occidente de Colombia es gigantesco. En solo Nariño y Cauca se ganan las dos gobernaciones y 40 alcaldías. El mapa de la victoria presidencial se mantiene con excepción de Barranquilla y Bogotá. En Bogotá se mantiene la fuerza política”.

A eso se le suma la furia con la que María Fernanda Carrascal ha salido hacer su propia interpretación de los resultados y a lanzar dardos contra los elegidos. En vez de tender puentes con esa Colombia que decidió este domingo los trata como máquinas autómatas que asienten ante los gamonales del pueblo. No hay reflexión, solo miopía.

El único que ha resultado sensato, con una lectura mucho más aterrizada de la realidad es Gustavo Bolívar, quien puso en la discusión el voto castigo al Pacto Histórico. Aunque no demoraron mucho en responderle sus copartidarios María José Pizarro y David Racero, que lo desmintieron con vehemencia y concluyeron que las votaciones son un avance.

Hay una falta de autocrítica, de reflexión. Enrostran resultados discutibles y se dedican a descalificar los resultados de los demás. Sus números son validados por el gueto que les arma el algoritmo, el mismo que alimenta el ego y les hace perder la cordura política. No hay ni dignidad para aceptar la derrota y menos humildad para rectificar el camino.

Esa ceguera es la misma que impide tener discusiones sensatas y llegar a acuerdos en medio de la incapacidad de reconocerle al contrario alguna especie de triunfo. La petulancia que elimina cualquier dialéctica porque, aún frente a la evidencia, se atribuyen una superioridad matemática. Ojo, porque la tarea debe ser justamente ponderar los resultados de las elecciones, leer el nuevo país, la insatisfacción que hay, corregir el rumbo, asumir responsabilidades y dejar de subestimar el voto del 29 de octubre.

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