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Analistas 12/05/2017

Modo avión

María Esteve
Socia y Directora General de LLYC Colombia
Analista LR
La República Más
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Leí hace poco un artículo en una revista de aerolínea que invitaba a disfrutar cada vuelo. Dentro de los argumentos que presentaba, dos ideas me quedaron grabadas y me llevaron a esta reflexión. La primera, que volar es un privilegio de muy pocos millones de personas, y la segunda, que gracias al “modo avión” algunos aviones son el único espacio en el que nos damos el lujo de desconectar de internet hoy.

Por razones diferentes los dos planteamientos me impactaron. Ante el primero, espontáneamente pensé: “para mí no es un privilegio viajar. Por el contrario, evitar hacerlo sí lo sería”. Sin embargo, reflexioné sobre ese miedo y concluí que volar no me puede hacer perder la perspectiva. Viajar es un placer, aunque volar no lo sea para mí. Recordé entonces a CK Louis y su reflexión sobre lo patéticos que somos, cuando, ante la falta de problemas de verdad, hacemos de la espera en pista un problema, del espacio entre asientos un karma, y permitimos que la rutina nos haga perder el efecto wow de estar sentados en el aire, ¡de volar!

Frente a la segunda idea, mi reflexión fue otra: el “modo avión” despierta amores y odios, sin duda en la era de la hiperconectividad esa función del teléfono puede tener un efecto de rescate temporal incalculable. Para viajar prefiero llevar un dispositivo antes que una libreta, ocupa menos espacio y ofrece más funcionalidades. No quiere decir esto que no adore escribir en una Moleskine. El problema lo creamos nosotros, el back up lo podemos tener donde queramos, el punto está en qué usamos y cuándo, para que lo disfrutemos y aprovechemos.

Entrando en la materia que me mueve siempre a escribir, el artículo devela que estamos en una época en la que tendemos a culpar a la tecnología por nuestras propias decisiones. El llamado de su autor invitaba especialmente a desconectar de las redes sociales.

Al intentar extrapolar el escenario digital al mundo desvirtualizado, los que nos dedicamos a la comunicación solemos hacer una analogía: una red como Facebook se parece a un evento. Cuando nos preguntan si un CEO debe gestionar su identidad digital, decimos: ¿te preguntas si debe ser panelista en un evento sectorial?

Me refiero a ideas sencillas porque, aunque el escenario digital supone una actuación particular, nos detenemos en cuestiones equivocadas y nos inventamos barreras, como que únicamente estando en un avión podemos desconectarnos, infiriendo que estar conectado es obligatorio y hasta nocivo. Si Facebook es un evento, por el solo hecho de que exista y nos inviten, ¡no estamos obligados a asistir! 

Si usamos y disfrutamos la conectividad y las redes, con un propósito claro, entonces no nos cuestionará su pertinencia. En el caso de su uso como plataforma de comunicación y relacionamiento, por ejemplo, no nos cuestionará su riesgo, pues mientras lo enfoquemos bien, no hay riesgo. 

Así como podemos decidir cuándo estar en línea y cuando no, o si ser speakers en un foro o no, podemos aceptar que, desde la perspectiva de la comunicación, es ingenuo desconocer el escenario digital o los escenarios públicos y asumir que no existen y no tendrán impacto en nuestros objetivos de relacionamiento y posicionamiento. Contrario a eso, es necesario definir el porqué, el para qué y el cómo, lo que nos llevará a perseguir y conseguir metas y no el hecho de creer que el problema está en si podemos estar, o no, en: “modo avión”.

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