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Analistas 06/02/2023

Un pacto antiinflacionario

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

En las graderías de los estadios de fútbol suele suceder que los aficionados se levanten de sus sillas cuando están sucediendo acciones emocionantes, en un acto reflejo que obliga a los que están detrás a levantarse también, y en menos de un segundo estarán todos de pie porque nadie quiere perderse la jugada. Con esa ilustración explica el premio Nobel de Economía Paul Krugman el efecto secuencial de la inflación.

Una forma de parar esa situación en el estadio de fútbol sería deteniendo el partido hasta que el público se siente, lo que para la inflación equivaldría a incrementar los tipos de interés, a restringir el consumo y contraer la economía hasta que cedan los precios. Funcionaría, señala Krugman, pero a un alto costo porque la inflación es fundamentalmente el resultado del conflicto distributivo entre empresas, trabajadores y contribuyentes. Y todos querrán adelantarse a los demás para minimizar el daño.

Otra opción para que el partido de fútbol no se interrumpa, dice Krugman, es que se lograra un acuerdo entre los aficionados para que todos se mantengan sentados sin que haya que detener el juego. Es una opción difícil de conseguir, reconoce, pero no imposible. O al menos hay que intentarlo.

Un “pacto antiinflacionario” con metas graduales, como el llamado milagro israelí de 1985, cuando todos los actores interesados acordaron dejar de adelantarse unos a otros (vía precios-salarios) y la inflación bajó de inmediato. Habría que establecer lazos de confianza y eso es difícil, sobre todo en naciones tan polarizadas como la nuestra.

Colombia ha salido más o menos bien librada en las crisis inflacionarias, como las que abatieron a Suramérica durante la llamada “década perdida” de los ochenta, gracias a su institucionalidad y porque ha habido una responsabilidad colectiva y también una conexión entre los sectores público y privado que no podemos perder por cuenta de las arrogancias políticas.

Varios organismos financieros internacionales y los técnicos de las entidades públicas nacionales consideran que ya se tocó el techo inflacionario, que después del primer trimestre comenzará a bajar la presión, pero es mejor moderar ese optimismo y trabajar más en el pacto que se necesita para evitar el efecto de los partidos de fútbol.

En la actual crisis han incidido, entre otros, los costos de transporte como consecuencia de los problemas de suministro y de oferta mundial de bienes en 2021. Cuando sube el transporte, suben los insumos, suben los productos, suben los alimentos, suben los costos, suben los precios.

Todo sube, nadie quiere perder. En Colombia también influyeron los efectos rezagados en las cadenas de insumos agropecuarios a raíz de los bloqueos en el paro nacional de mayo de ese mismo año.

Y no se trata de bajar aquí y allá para complacer a unos y otros. Tiene que haber una articulación que entienda a toda la cadena. Si se reduce el arancel a los fertilizantes -o se les ofrece un subsidio-, por ejemplo, si bien es una ayuda que se agradece es muy posible que tenga poco o ningún impacto en el resto de la cadena que sigue bajo los efectos inflacionarios.

Para 2023 se espera bajo crecimiento y alta inflación, forzado por el aumento de 16% en el salario mínimo, el aumento de aranceles y las condiciones climáticas. La tendencia será alcista, a menos que logremos un pacto antiinflacionario que lo impida.

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