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Analistas 15/01/2018

Tendencias e inconsistencias

María Claudia Lacouture
Presidenta de AmCham Colombia y Aliadas

2018 será un año determinante para el turismo nacional por múltiples razones, por la propia inercia de su crecimiento, por el desarrollo de sus destinos, por la consolidación de los corredores turísticos, las políticas de incentivo, la recuperación y desarrollo de las zonas que fueron de conflicto y, como no, porque desde agosto habrá un nuevo gobierno con el poder de replantear rumbos alternativos.

El turismo tiene la virtud de obedecer a unas tendencias globales, cuyas pautas las establecen los propios turistas, con principios bien fundamentados sobre sostenibilidad (para garantizar el buen manejo de los recursos y la protección de los destinos), la inclusión (para que la derrama beneficie hasta el último eslabón de la cadena), la innovación (para que haya productos y servicios atractivos) y la ética (para que seamos honestos, transparentes y respetuosos en las reglas de la libre competencia).

De acuerdo con datos preliminares, Colombia recibió más de seis millones de visitantes extranjeros en 2017 (a noviembre se contabilizaban 5,7 millones), 20% más que en 2016 y por más de una década consecutiva por encima del promedio mundial, que cerrará con un crecimiento de un 6%.
Las grandes plataformas de servicios turísticos tomaron el pulso a esa gran masa de turistas, lo que les permite proyectar tendencias para que la industria estructure sus servicios y enfoque su promoción.

Lo más importante es el uso progresivo e ineludible de la tecnología. Los usuarios buscarán en internet más detalles de los destinos, utilizarán herramientas -como la realidad virtual- para tomar decisiones y aplicaciones que faciliten los procesos. La inteligencia artificial gestionará reservas de forma más eficaz, el tiempo de preparación será más corto y el registro virtual evitará demoras en la recepción.

La plataforma Booking incluye datos interesantes sobre los millennials: su deseo de repetir un viaje de infancia, buscar alojamientos alternativos, con espacios comunes y posibilidades de interactuar, así como rentabilizar el costo-beneficio, sin que eso implique que sean viajeros ahorradores, solo que quieren más por menos.

El mundo tiene cada vez más personas que aprecian el cuidado ambiental y los entornos naturales (sin ser ecologistas), la búsqueda del bienestar físico y espiritual, la alimentación sana, incluso orgánica. La gastronomía es cada vez más determinante, así como el aislamiento, los parques temáticos y los destinos con opciones complementarias.

Crece la idea de hacer “escapadas” con amigos y de alojarse en apartamentos turísticos: uno de cada tres viajeros preferiría dormir en un alquiler vacacional, antes que hotel, mientras que uno de cada cinco considera incluir su vivienda en plataformas como Airbnb.

Esta es una tendencia que debe reglamentarse con urgencia porque su crecimiento es sostenido y aparentemente irreversible. También tenemos que administrar con eficiencia el flujo de turistas, mejorar la capacidad instalada y los servicios de los destinos, reforzar la infraestructura y la conectividad, pero, sobre todo, evitar el desorden, la informalidad y las hordas desbordadas y destructivas.

Un turismo para siempre requiere de orden y sensatez. Colombia está frente a una oportunidad histórica que puede irse al traste con propuestas populistas como la de triplicar el turismo de la noche a la mañana y convertir las casas de familia en hoteles de paso.

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