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Entre 1958 y 1974 Colombia tuvo un aspirante presidencial muy particular, se llamaba Gabriel Antonio Goyeneche y solía rondar los predios de la Universidad Nacional de Colombia con propuestas descabelladas como la de cubrir la ciudad de Bogotá con una marquesina para protegerla de las lluvias o pavimentar el río Magdalena. Nadie se lo tomaba en serio, pero fue muy popular y se convirtió en un referente para ironizar la política y las promesas inviables o imposibles en los tiempos de campaña.
Vale la pena traer a colación esta anécdota porque estamos ante una campaña presidencial a la que han llegado ocurrencias desproporcionadas -y otras muy creativas- que desconocen que el erario es limitado, que lo urgente absorbe lo importante, que la mayoría de las promesas suelen quedar en el aire y que la ciudadanía se vuelve cada día más incrédula. El momento exige ponerle sensatez a las promesas y evitar llevarle a los electores ideas irrealizables, hay que procurar propuestas que fomenten la estabilidad macroeconómica, que estimulen la productividad, el desarrollo nacional, la equidad y el crecimiento palpable de la economía que es de donde salen los recursos para gobernar.
Dentro de todas las propuestas hay dos en especial que quisiera resaltar por su implicación en el desarrollo económico, no que no existan muchas más, pero si son las que más han dado de que hablar en estos días: la renegociación de los tratados de libre comercio firmados por Colombia e ir apagando la exploración de petróleo, a lo que se han sumado algunas dudas sobre la certidumbre jurídica para la inversión privada.
Mucho se ha hablado de la renegociación de los TLC y no entro a detallar lo que esto implica, aunque si es importante señalar que antes de meternos en semejante atolladero hagamos una reflexión juiciosa sobre sus implicaciones y si vale la pena crear una bola de nieve que arrastre las inversiones, el empleo, las oportunidades y deteriore la imagen de un país que ha luchado tanto por salir adelante.
Ahora bien, detener la exploración petrolera sin tener una fuente barata y eficiente de energía que la sustituya, es quitarle a la nación su principal fuente de ingresos y encarecer la vida de los colombianos. De allí salen los recursos para la inversión social y no hay cómo sustituirlos. Las cuentas no dan y en ese sentido se debe ser claro.
Como estas propuestas hay otras, pero lo fundamental es que si bien existen diferencias entre los candidatos y los gestores de desarrollo económico del país, que son las empresas, hay una apertura total al dialogo cualquiera que sea el candidato que gane las elecciones.
Tradicionalmente ha habido en Colombia un propósito común entre los gobiernos y los empresarios y cualquier tipo de diferencias de criterio o de pensamiento político se debe resolver en un espacio de diálogo con información veraz y propuestas realizables.
La invitación a los candidatos es que trasladen a los electores información correcta, bien fundamentada, porque salirnos del camino con propuestas incumplibles para atraer votos puede traernos grandes problemas para el desarrollo del país. Las diferencias son parte de las democracias y lo importante es tener los espacios de confianza para resolverlas, además de mucha información veraz y menos manipulación.