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Analistas 23/02/2019

Al aire (no tan) libre en Bogotá

Analista LR

La calidad del aire es un serio problema de salud pública en Bogotá. Pero lo grave del asunto no es el aire que estamos respirando en estos días de boom mediático, sino el aire que hemos venido respirando durante años. De acuerdo con los registros de la Red de Monitoreo de Calidad del Aire en Bogotá - Rmcab, por décadas los habitantes de Bogotá hemos respirado aire con niveles de contaminantes por encima de los que recomienda la Organización Mundial de la Salud, OMS, para preservar la salud pública.

De acuerdo con esta autoridad mundial, solo una de cada 10 personas en el mundo respira aire de buena calidad y cada minuto fallecen de manera prematura unas ocho personas por razones atribuibles a la calidad del aire, en su mayoría en países no industrializados.

Bogotá no es ajena a esta situación y aunque es difícil determinar la cuota de morbilidad y mortalidad atribuible a la calidad del aire debido a otros factores (como alimentación, sedentarismo y tabaquismo), la OMS relaciona la mala calidad del aire con muertes prematuras por infartos, cardiopatías isquémicas, accidentes cerebrovasculares y diferentes tipos de cáncer. En realidad y casi sin percatarnos, en Bogotá ya estamos pagando con nuestra salud el alto costo de no implementar medidas aparentemente costosas para el Estado, para el sector industrial, el empresarial y para algunos particulares.

¿Cuáles son los contaminantes de mayor preocupación en Bogotá?

Dos de los contaminantes de mayor preocupación, no solo por su composición y naturaleza, sino por el nivel de exposición de la población, incluyen el material particulado - PM de 10 micras (PM10) y el PM de 2,5 micras (PM2,5). El primero puede ingresar a los pulmones y el segundo tiene la capacidad de penetrar en el torrente sanguíneo, generando enfermedades de los sistemas respiratorio y cardiovascular. En Bogotá el contaminante que más excedencias presenta con respecto a la norma colombiana y a las recomendaciones de la OMS es el PM. Los ciudadanos pasamos largas horas expuestos a altas concentraciones de PM en paraderos de buses, cruces peatonales, bicicletas, motos y automotores.

Según los datos de la Rmcab, en la localidad de Suba las personas pasaron cinco de los últimos 10 años respirando aire con concentraciones de PM10 superiores a las recomendadas por la OMS. En localidades como Kennedy o Bosa, durante este mismo período las poblaciones pasaron entre 80% y 90% de sus días respirando aire con niveles no recomendados de PM.

De acuerdo con el documento Aire y problemas ambientales de Bogotá de la Universidad Nacional, las principales fuentes de emisión de PM en Bogotá son el sector industrial y los vehículos propulsados con diésel. Los vehículos a gasolina contribuyen con las emisiones de monóxido de carbono (CO), compuestos orgánicos volátiles (VOCs) y dióxido de nitrógeno (NO2) y las motos con las emisiones de CO. Sin embargo, estos contaminantes presentan pocas o ninguna excedencia de la norma, contrario a lo que sí ocurre con el PM.

Restricciones vehiculares y sus resultados

Al no ser fuente representativa de PM, el verdadero rol de los vehículos particulares a gasolina en el problema de calidad del aire en Bogotá es su contribución a una baja movilidad (que se traduce en mayores emisiones de contaminantes), mas no a la emisión directa del tipo de contaminantes que exceden la norma. La restricción de vehículos automotores a gasolina no soluciona el problema de excedencias de contaminantes en la ciudad. Dos décadas de implementación deberían dar buenos indicios de la insostenibilidad de los resultados de estas medidas.

Desde inicios de los 2000 el Distrito ha confiado en el Pico y Placa como medida insignia de movilidad en Bogotá. Aunque tuvo buenos resultados en un comienzo, estos se han ido dispersando en medio de un sistema de transporte público inseguro, de baja calidad y de facilidades sin precedentes para la compra de vehículos nuevos. Es evidente que los ciudadanos prefieren adquirir un segundo auto o una moto, en lugar de recurrir al transporte público en esta ciudad. Entre 2002 y 2016 pasamos de un promedio de 10 a 30 vehículos por cada 100 habitantes y de una moto por cada 23 vehículos a una moto por cada 2,4 vehículos. De implementarse de manera permanente la reciente medida de la Alcaldía de restringir los vehículos particulares los fines de semana, esto podría inducir nuevamente a los usuarios a buscar otra opción de vehículo privado para adelantar actividades en días familiares.

Los días sin carro tienen también sus bondades en materia de movilidad, pero en materia de contaminantes no mejoran mucho la situación. Si bien algunos contaminantes como el NO2 o el O3 (cuyos niveles no suelen exceder la norma) pueden presentar reducciones en un día sin carro, los niveles de PM llegan incluso a aumentar.

Soluciones y principios orientadores

El costo de la contaminación del aire en Bogotá debe ser asumido por quienes la generan, antes de que la población lo pague con su salud. Esto se conoce como el principio de “el que contamina paga” en la gestión ambiental, en donde el generador de la contaminación debe asumir los costos necesarios para mitigar su impacto ambiental, evitando así que la población pague con su salud los efectos de contaminar.

Los acreedores de estos costos ambientales pendientes por internalizar incluyen una amplia gama de responsables del parque automotor, que no se remonta únicamente a los propietarios de vehículos privados. El costo de mejorar la calidad del aire en Bogotá debe ser asumido por los responsables de los buses del sistema de transporte público, buses intermunicipales, camiones de carga, buses y camionetas de colegio, entre otros vehículos que no necesitan un certificado de gases para saber - a los ojos de cualquier inexperto- que no cumplen con los más mínimos estándares de emisiones.

Si bien por ahora la situación de alerta ha sido superada, la calidad del aire en Bogotá es un problema latente y es deber del Distrito iniciar una transformación seria con medidas conducentes a la mejora sustantiva de los niveles del tipo de contaminantes de mayor preocupación. Las tareas en mora son diversas e incluyen, entre otras, la migración de la flota de transporte público a buses eléctricos; la modernización de tecnologías del sector industrial; la mejora en la calidad del diésel comercializado en el país; la implementación masiva del teletrabajo, que en plena era digital cuenta con todas las condiciones para ser una realidad sin afectar la productividad de las empresas; y un verdadero control y sanciones a los miles de vehículos que circulan tranquilamente por la ciudad ahorrando en mantenimiento y dejando una nube de humo negra que no nos queda otro remedio que respirar.

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