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Analistas 26/01/2015

No tomar riesgos es un riesgo

Marc Eichmann
Profesor MBA Universidad de los Andes
Analista LR
La República Más
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En empresas internacionales listadas en bolsa el desempeño de los directivos está frecuentemente ligado al precio de su acción. Por medio de programas en los que los ejecutivos reciben acciones o opciones de compra futuras generando recompensas si el precio de la acción sube, un buen desempeño se transforma en una parte importante de la remuneración de los ejecutivos.

La ventaja de amarrar parte de la remuneración de los directivos al precio de la acción consiste en que se alinean sus intereses con los de los accionistas y, en la medida que estos incentivos sean a plazos suficientemente largos, también generan estabilidad en el manejo de la compañía. 

En Colombia, dado que muy pocas empresas están listadas en bolsa y que de aquellas listadas pocas tienen suficiente liquidez para concluir que el precio en bolsa corresponde al valor del patrimonio de la compañía, la remuneración variable para los ejecutivos, si la hay, se basa normalmente en metas de ventas, utilidades o metas específicas de cada directivo. 

En estos casos los incentivos para los directivos ya no están tan alineados con los de los accionistas, creando un riesgo de que se presenten juegos contables y otras estrategias que no generan valor en la compañía pero sí permiten el lucro de los ejecutivos. Sin embargo, aún así, los incentivos permiten una alineación parcial que es preferible a no tener mecanismos de alineación alguna para generar compromiso con los accionistas.

En Colombia para las Empresas Industriales y Comerciales del Estado los incentivos a los directivos son en general inexistentes en la remuneración y, desalineados con los de los accionistas por el control que reciben. Si bien las algunas Contralorías y Personerías se concentran cada vez más en la creación de valor al ejercer su función, falta mucho para que permitan que los empleados y ejecutivos puedan hacer apuestas de negocio sensatas y de buena fe sin que salgan investigados.

Un ejemplo típico de estos controles desafortunados tiene que ver con el manejo de personal. Un ejecutivo sensato, con la motivación de controlar el gasto y optimizar el rendimiento de la empresa nunca mantendría empleados que de manera sistemática tiene un rendimiento deficiente y procedería a reemplazarlos. Sin embargo, hay contralorías que aún piensan que reemplazar funcionarios genera indemnizaciones que, al no generar ahorros por ser reemplazados, no tiene un retorno claro y constituyen un detrimento patrimonial del que acusan al ejecutivo que toma la decisión.

Día a día ocurren muchos casos como este en la práctica, que además de las investigaciones a funcionarios honestos que generan,  tienen como peor consecuencia el generar inacción en la creación de valor por el miedo a investigaciones miopes.

El control y seguimiento al patrimonio público no solo es necesario sino indispensable dado el alto grado de corrupción que presenciamos desde el manejo de presupuesto público hasta la asignación fraudulenta de contratos. Sin embargo, se requiere que el control esté basado en criterios de eficiencia, midiendo no las decisiones individuales sino el resultado general y teniendo en cuenta que en el sector empresarial muchas veces es necesario hacer apuestas calculadas que no pueden, por su misma naturaleza, salir siempre bien. Como bien dice Robert Redford, actor y empresario fundador del Sundance Film Festival, y aplicándolo a las empresas públicas… “el riesgo más grande es que no tomen riesgos”.

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