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Analistas 09/02/2022

Relaciones peligrosas

No sé porque tenemos tantos desaciertos diplomáticos si tenemos dos cancilleres, una en el Palacio de San Carlos y otra en el Palacio de Nariño.

O, por lo menos, eso es lo que dicen las fuentes del mismo gobierno y lo confirma un reciente decreto presidencial donde básicamente se distribuyen las funciones diplomáticas entre los dos despachos con el pretexto de que el presidente y su vicepresidente no pueden viajar juntos.

El alineamiento de los intereses nacionales con el gobierno de Trump fue el pecado original. La política exterior colombiana de las últimas décadas había sido expresamente bipartidista. El ATPA que le otorgó las primeras preferencias comerciales al país se inició con Bush Sr., continuó con Clinton, evolucionó con el Plan Colombia, que se profundizó con Bush Jr., con quien se negoció parte del TLC, el cual se acabó firmando con Obama.

Presionado quizás por los elementos más extremistas de su partido, el presidente Duque cedió a la tentación de gravitar hacía los segmentos más conservadores del partido republicano, los cuales acabaron siendo la primera presa que se engulló Trump en el camino al control total de esta agrupación política.

Además, la animadversión muy comprensible hacía la satrapía venezolana hizo que Colombia adoptara como política explícita frente al país vecino lograr un cambio de régimen. Esto es lo más cercano a una declaración de guerra sin disparar. Para colmos, los aliados en esta delicada gesta acabaron siendo una partida de bufones, empezando por unos rancios halcones de la guerra fría como Bolton y Abrams, que no sabían dónde estaban parados.

Creer que se podía tumbar a una dictadura castrista con un concierto de tropipop en la frontera es tal vez la idea más imbécil que se pueda imaginar. Sería fascinante qué, en el futuro, cuando se escriban las memorias del episodio, vislumbremos cuál fue el raciocinio -o la falta de él- que los llevó a embarcarse en ese oso monumental.

El fiasco de Guaidó fue solo el comienzo. Ya lo había dicho sabiamente el expresidente Turbay: nunca declares enemigos porque te ejercen. La hostilidad del gobierno colombiano contra el gobierno venezolano fue pagada con una moneda de doble valor. Quienes gobiernan a Colombia son personas que cargan con la inocencia de los decentes mientras que sus pares venezolanos son una partida de mafiosos, asesorados por la inteligencia cubana y los sucesores de la KGB. Esto explica en muy buena medida los hostigamientos terroristas que ha vivido el país en los últimos meses.

Ahora cuando Rusia ha decidido regresar el reloj a los viejos tiempos del imperio, va a jugar duro. Qué mejor que una distracción en el patio trasero de los Estados Unidos y para eso no tiene que motivar demasiado a sus calanchines bolivarianos. Urge retomar una diplomacia estratégica que nos saque de la improvisación que hemos manejado hasta ahora. El próximo gobierno debe intentar normalizar las relaciones con Venezuela por nauseabunda que sea la tarea. Siempre es mejor, como decimos los abogados, un mal arreglo que un buen pleito.

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