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Analistas 01/12/2021

Colombia y la señora Salazar

La representante por la Florida, María Elvira Salazar, alertó al Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, organismo al cual pertenece, sobre el peligro que representa a la democracia colombiana Gustavo Petro, quien a su juicio “es un ladrón, un socialista, un marxista, un terrorista” y quien, además, “está liderando las encuestas a la presidencia de Colombia”.

Mucha razón tiene la representante Salazar en sus afirmaciones. En efecto, Petro parece un ladrón. Solo los ladrones reciben cuantiosos fajos de billetes en bolsas de papel, por parte de interlocutores cuestionados y por razones injustificadas. También es un socialista, o lo que la señora Salazar considera un socialista. Y, para rematar posiblemente sea, en adición a lo anterior, un marxista, aunque se puede ser socialista y no ser marxista, como la mayoría de los socialdemócratas europeos, por ejemplo.

Finalmente, lo tildó de terrorista y en eso se equivoca la señora Salazar porque Petro no es ahora, en este instante, un terrorista. Fue, sí, miembro de una organización terrorista. El M-19 mató, secuestro, puso bombas, extorsionó y, en general, hizo todas cosas que hacen organizaciones terroristas como Al Qaeda, Hezbolá o las Brigadas Rojas. El ser miembro de una organización terrorista, supongo, lo hace a uno un terrorista, o, digamos para ser exactos, un exterrorista, que es en efecto lo que es Petro.

Mejor dicho, la señora Salazar dijo una cantidad de cosas ciertas en contra de uno de los principales políticos colombianos, quien actúa en ejercicio de sus derechos civiles, amparado por la ley colombiana y, presumiblemente, por la ley de los Estados Unidos (Petro, suponemos, tiene visa para viajar a ese país) lo que a su vez le permite desarrollar las actividades autorizadas por ese visado, entre ellas, hablar con los ciudadanos colombianos que viven en la Florida para invitarlos a votar por él a la presidencia de Colombia.

Y ese, precisamente, es el problema.

A la señora Salazar poco le debe importar lo que pase en Colombia, pero le importa mucho lo que pase en Miami, que es donde tiene sus votos. Por eso, hace política a costillas de las elecciones colombianas: porque resulta que muchos de sus votantes votan aquí y allá o, por lo menos, votan por la persona que diga preocuparse por lo que pase ambos lugares.

Este fenómeno, sin embargo, no es inofensivo. El manejo de las relaciones internacionales en Colombia y en los Estados Unidos es competencia de la rama ejecutiva, precisamente, para evitar que los políticos locales hagan política local metiendo sus narices en los asuntos de otras naciones. Ahora es la señora Salazar la que opina sobre asuntos internos colombianos; ayer fue el representante colombiano Juan David Vélez, quien enturbió las relaciones bilaterales pidiendo votar por Trump. En ambos casos, lo mejor hubiera sido que los políticos locales se callaran y solo abrieran la boca para opinar sobre los temas que afecten directamente a sus electores y no a los electores que vi-ven a miles de kilómetros de distancia.

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