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Analistas 29/07/2025

¿Será que la vida es un balance sheet moral?

Leticia Ossa Daza
Socia Directora Práctica LatAm Paul, Weiss NY

En el mundo de los negocios, todo se resume -al final del día- en un balance. Activos y pasivos. Ingresos y egresos. Valor y riesgo. Pero, ¿y si aplicáramos esa misma lógica contable a nuestras relaciones humanas? ¿Y si -consciente o inconscientemente- lleváramos un balance sheet emocional, donde registramos lo bueno y lo malo que las personas hacen?

En nuestras decisiones como líderes, socios o inversionistas, confiamos constantemente en el criterio, la integridad y la visión de los demás. Múltiples estudios psicológicos han demostrado que la memoria moral de los seres humanos es selectiva: tendemos a recordar más los errores que los aciertos. Una traición pesa más y queda guardada como una marca indeleble. Un comentario fuera de lugar puede acabar con años de colaboración efectiva.

El neurocientífico Rick Hanson lo explica así: “El cerebro es como velcro para lo negativo y como teflón para lo positivo”. Desde una perspectiva evolutiva, este sesgo tenía sentido: recordar el peligro ayudaba a sobrevivir. Pero en el entorno corporativo moderno, puede distorsionar nuestra percepción del valor humano. Es el tipo de sesgo que lleva a un CEO a dudar en promover a un ejecutivo brillante por una decisión equivocada, olvidando los años de resultados positivos que lo preceden.

Warren Buffett, inversionista exitoso y pragmático, lo resume con contundencia: “Se necesitan 20 años para construir una reputación y cinco minutos para arruinarla”. Y sin embargo, incluso él ha demostrado que las personas pueden equivocarse… y volver a generar valor. Su decisión de mantener a líderes claves tras errores financieros o personales sugiere una visión más integral.

El psicólogo organizacional Adam Grant lo complementa desde otra óptica: “Ser generoso no significa ignorar las fallas, sino evaluarlas en el contexto del historial completo de una persona”. En otras palabras, un buen líder no juzga una carrera por un solo trimestre.

¿Qué pasaría si los líderes empezaran a evaluar el comportamiento humano como una hoja de balance moral? No para justificar lo imperdonable, sino para entender que todos -incluso los mejores- somos una suma de momentos. Algunas columnas suman. Otras restan. Pero lo que realmente importa es el valor neto, el capital relacional acumulado a lo largo de los años.

Esto no significa negar el daño o la equivocación ni evitar el conflicto, sino asumir el liderazgo con una mirada más amplia. Recordar que incluso el activo más volátil puede estabilizarse con la estrategia adecuada y que parte de la función de un liderazgo efectivo está en encontrar y pulir esos activos. Y que ciertos errores, si se reconocen, se reparan y se aprende de ellos, pueden transformarse en resiliencia.

Tal vez la vida no es una narrativa de buenos y malos, sino una contabilidad continua de elecciones, valores y aprendizajes. Como los CEO, empresarios o líderes, tenemos el poder -y la responsabilidad- de decidir si juzgamos a las personas por columnas individuales o por el balance total. Porque, al igual que en las empresas, el verdadero valor rara vez se encuentra en una sola línea del estado financiero.

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