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Analistas 18/05/2019

La inclusión excluyente

Leonardo Gómez Jiménez
Profesor de Medios Digitales
Analista LR

La semana pasada se anunció con bombos y platillos, la instalación de unos semáforos “incluyentes” en Bogotá, que cambian la tradicional imagen del peatón, por la de una peatona. Al tiempo, la Universidad de Los Andes divulgó la noticia de sus baños sin género en los que pueden entrar hombres, mujeres, hombres trans, mujeres trans, no binares, fluidos, limón que sabe a jamaica pero es de tamarindo, y jamaica que sabe a tamarindo pero se identifica como limón.

Increíblemente, una persona en silla de ruedas no puede entrar en un edificio porque no hay rampas, o no puede ir al baño porque no hay aseos adaptados. Una persona ciega no puede cruzar la calle porque no hay semáforos con señal auditiva ni andenes con relieve para el bastón, ni señalización en braille. ¡Pero tenemos peatonas con falda en los semáforos para no excluir a las mujeres!

¿No habíamos quedado en que la ropa no tiene género? ¿No quedamos en que hay mujeres con pantalón y hombres con falda? ¿En qué momento se estaban excluyendo a las mujeres de las señales de tránsito, para que tuviéramos que hacer semejante despropósito?

Pocas universidades en Colombia son realmente incluyentes con las personas con discapacidad física. El Politécnico Grancolombiano solo tiene escaleras. Más de 30 años de construcción y no han hecho una rampa o un ascensor. La Javeriana tiene acceso parcializado, igual Los Andes y el Externado. Una persona en silla de ruedas no puede acceder a todos los espacios como lo hace un caminante promedio. ¡Pero tenemos baños incluyentes sin género!

Sorprende que no se garantice que alguien con movilidad reducida pueda ingresar a un salón de clases o a un parqueadero, pero alguien que se acaba de inventar un género hoy y que mañana fluya a otro, tenga un baño sin género, como si en realidad sentirse de un género u otro, le impidiera entrar a uno de los dos baños ya existentes.

En el reciente reality “La Agencia: Batalla de modelos”, los adolescentes posmodernos en redes sociales preferían la agencia amarilla porque era incluyente ya que tenía modelos negros, inmigrantes y andróginos. No argumentaban que fuera la favorita por el talento o por las pruebas: era por la inclusión.

En Teleantioquia hay un espacio llamado “Franja Incluyente”, en el que un intérprete cuenta en lenguaje de señas la historia del programa original. ¡Buena la intención, pero esto lejos de ser incluyente, es excluyente! Es tan excluyente que la persona sorda no puede entender el programa en el horario habitual con su familia sino que debe esperar a esta franja exclusiva para él. Si fuera realmente incluyente, se podría entender de manera universal un solo programa.

Sin duda, el concepto de inclusión se desvió de su propósito real, y bien, o se confunde con exclusión, o se centra en conceptos posmodernos de moda que parecen de limón, se sienten de tamarindo pero saben a estupidez.

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