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Analistas 04/07/2023

Ser gobernante

La República Más

He sostenido en múltiples espacios que no existe nada con un poder transformador tan grande como lo público, esto sin desconocer que desde el sector privado -el cual debemos promover y cuidar- de manera permanente se realizan esfuerzos por tener un mejor país. Así mismo, he planteado que luego de conocer la dinámica de lo público estoy convencido de que cualquier proyecto sin importar el valor de su presupuesto al terminar merece un aplauso interminable de pie de parte de todos. Hacer en lo público requiere de constancia, análisis, tiempo para la estructuración e innumerables retos desde el momento en que se determina la ejecución. En este entendido, son tan relevantes los proyectos de mejoramientos de las cocinas de los hogares, como una vía de cuarta generación (4G). Detrás de ambos existen unos héroes silencios que colocaron todo su esfuerzo para ver materializadas en realidades estas obras. Desde el ciudadano que pagó el impuesto, el financiero que estructura el proyecto, el obrero que colocó sus manos, el servidor que realizó estudios previos y otorgó la viabilidad, hasta el empresario y el político que impulsaron las obras. Todos ellos y los que no menciono son parte de toda una estructura necesaria para el progreso de cualquier país o región, sin la cooperación de todos es casi imposible ver atendidas las necesidades de la población o la habilitación de condiciones básicas para la competitividad.

El arte de gobernar exige entender que siempre se viven dos escenarios cuando se lidera; los flujos y las fricciones. Aquel gobernante que desee ser exitoso y bien valorado deberá buscar que su gobierno favorezca los flujos, entendidos estos como un ambiente de confianza, seguridad, certezas para sacar adelante sus reformas, proyectos y que con estos flujos los ciudadanos puedan recibir la respuesta a sus necesidades más sentidas y el país transite por una senda de progreso. Es importante significar que ningún gobernante ni líder se escapa de las fricciones, es común que se enfrenten restricciones permanentes a su gestión, el simple hecho de ostentar dignidades implicará que cuente con oposición, grupos de interés que no comparten sus políticas, detractores o limitantes jurídicos, tecnológicos, presupuestales, de talento o de tiempo que afectarán su gestión en lo público. Por tanto, el arte de gobernar implica que es menester del gobernante y del líder conformar equipos competentes que entiendan que se debe superar el momento de la campaña marcado comúnmente por la fricción, al momento del gobierno que debe estar relacionado con los flujos para favorecer la ejecución.

Debe comprender el gobernante y su equipo que de no poner como prioridad los propósitos superiores y una ruta clara de ejecución de dialogo, entendimiento y ejecución de los proyectos que darán cuenta de esos propósitos de la mano de los gobiernos locales y de la sociedad civil aparecerán fricciones que limitarán su gestión. Aunque escribirlo resulta fácil, hacerlo demanda concentración, foco y conocimiento del funcionamiento del estado. Si el gobernante no tiene claras las funciones del estado, este será beligerante, señalará y difícilmente reconocerá que tanto él como su equipo dejarán de ser en el corto plazo parte de la solución para convertirse en parte del problema. Situación que marcará a este tipo de gobiernos como gobiernos de fricción. De llegar a enmarcarse como un gobierno de fricción y con el ánimo de honrar las promesas a electores y expectativas a toda la población el gobernante y su equipo tendrán que realizar esfuerzos superiores para lograr coaliciones que permitan al país avanzar, a esto deberá sumarse necesariamente un ejercicio profundo de reflexión y autocritica, solo así un gobierno de fricción podrá pensar en construir un camino para materializar hechos que generen confianza. De no reorientar su rumbo el gobernante tendrá un país de tres países; el del gobierno, el de la oposición y el del descontento que crecerá con cada minuto que se consume el gobierno.

En definitiva, la tarea no es fácil, puesto que el gobernante y su equipo tienen unos distractores permanentes asociados al debate de lo público y a su ejercicio permanente como servidor público y como seres naturalmente políticos. Por lo tanto, tiene la tarea el gobernante, el líder y sus equipos de aplomarse en términos de trazar una ruta de ejecución que permita la construcción colectiva de un mejor país y que en especial entienda de que luego de ganar, no puede permitirse el gobernante pasar de tener todas las soluciones en campaña a tener todos los problemas en la ejecución cuando se gobierna.

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