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Analistas 05/08/2022

Más empresa, más empleo

Juan Pablo Liévano Vegalara
Exsuperintendente de Sociedades

No es caprichoso concentrar los esfuerzos de política pública en esta máxima que pusimos de moda desde la Superintendencia de Sociedades: “más empresa, más empleo”. Es el sector empresarial, y especialmente las sociedades, las que generan gran parte de la riqueza y recaudo tributario que financia el funcionamiento del estado y las ayudas y subsidios a favor de la ciudadanía. La magia para que esto funcione adecuadamente, de manera constante e incremental, se resume en una sola frase: confianza inversionista.

Si las empresas y sus dueños sienten confianza, de acuerdo con las señales que envíe y a las actuaciones que realice el nuevo Gobierno, crecerán los negocios, la generación de empleo y el recaudo tributario, y por lo tanto los recursos para la inversión social y el bienestar ciudadano. No existe otra fórmula. Es entonces indispensable generar las condiciones de confianza para la inversión y crecimiento empresarial y no para la desinversión. A la fecha, hay mucho anuncio, de manera descoordinada y desenfocada, cuando se deberían estar mandando los mensajes adecuados respecto a la economía y las empresas.

No se trata de crear una plétora de iniciativas, que además son percibidas por muchos como populistas e inconvenientes. No se conocen los contenidos de esas iniciativas, pero se están presentando con títulos pegajosos y llamativos, tales como la “paz total”, la “ley contra el hambre” o la “reforma agraria productiva”, sin descontar el contenido y alcance de la próxima reforma tributaria.

Se trata de generar confianza inversionista en el camino correcto, que genere inversión y no desinversión. Respecto a cada una de las iniciativas, la “paz total” no puede generar impunidad y falta de justicia. También debe incluir un manejo adecuado del fenómeno del narcotráfico y los inmensos recursos que genera. La “ley contra el hambre” no debería profundizar el concepto fallido y errado del Estado proveedor e intervencionista en los precios.

En su lugar, el esfuerzo debería enfocarse en el fomento a la productividad, el crecimiento empresarial y la generación privada de empleos de calidad. La reforma agraria no puede enfocarse exclusivamente en un sistema agrario de pequeños campesinos y empresarios, pues esto ignora las realidades internacionales y los grandes subsidios en otros países. Por ello, también se debe fomentar y crear las condiciones jurídicas y de infraestructura para que la gran agroindustria opere en el país. Finalmente, en cuanto a la reforma tributaria, hay que evitar más anuncios y proveer el texto de la reforma.

Aun no se conoce que contendrá, pero parece que incluirá el impuesto al patrimonio, mayores impuestos a los dividendos y a la renta de las personas naturales, con la eliminación de las cédulas y las deducciones, mayores impuestos a las ganancias ocasionales, impuesto de remesas, impuestos a los activos improductivos y la eliminación de incentivos tributarios a las empresas. En este aspecto, la política pública fiscal debería concentrarse en el fomento a las empresas y su productividad. En síntesis, hay que evitar los mensajes dispersos y tomar los caminos correctos de manera que los inversionistas mantengan la confianza y no se presenten fenómenos indeseables como la fuga de capitales y la reducción de la inversión privada y de los flujos de capital al país.

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