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Muy difícil la situación de la economía en el primer trimestre, pues creció un 0,7%, lo cual es deficitario si queremos mejorar el PIB y nuestro bienestar. Para el Gobierno, la cifra es buena, pues según el ministro Bonilla se recuperó la senda del crecimiento y la economía no está en recesión. Lo cierto es que la cifra, sin la administración pública, es de -0,1%. La situación es autoinfligida por parte del Gobierno. Resulta de la incertidumbre y desconfianza de los inversionistas por las malas reformas en trámite y los discursos polarizadores, dogmáticos y falaces del presidente. Adicionalmente, la reforma tributaria no salió bien, pues significó un exceso de tributos para las empresas y los empresarios. Todo esto ha resultado en una reducción de la inversión privada en los últimos trimestres y una leve disminución de la inversión extranjera. De hecho, para el presidente, los inversionistas y los que hacen empresa son esclavistas, incapaces del cambio, de su cambio. Solo le interesa lo informal, lo micro, los indígenas, las disidencias, los cultivadores de coca, la juventud, si es de la primera línea, en general quienes lo aplauden, y lo periférico, olvidando adrede a las ciudades y su clase media y a aquellos que le apuestan a la empresa y al empleo formal. Se está ahogando a las empresas y a los empresarios en impuestos. La incertidumbre también afecta la confianza de los consumidores, especialmente en consumo de bienes durables, a pesar de que hay una ligera mejora en el consumo de los hogares. No obstante, en general, inversionistas y consumidores lo piensan dos veces para invertir y gastar. Así, se genera un círculo vicioso que incluso afecta las finanzas públicas. Los recaudos disminuyeron el 1,2%, en términos reales en el primer trimestre, es decir $4,7 billones por debajo de la meta, sin contar las sobrestimaciones por los litigios tributarios. Lo anterior implicará, al final del día, un mayor déficit fiscal, al programado del 5,3% del PIB, por lo que el Gobierno planea aumentar el endeudamiento y modificar la regla fiscal, con todo lo malo que esto significa. Finalmente, la paz total y la situación de orden público afectan enormemente el potencial de crecimiento de la economía y de ahí también el resultado. Claro que la tasa de interés, al no estar actualmente en niveles bajos, impide en cierta forma el crecimiento económico, al ser un obstáculo para el endeudamiento de hogares y empresas, pero el mayor problema es la confianza e inseguridad física y jurídica. Al Gobierno le llegó la hora de poner cartas en el asunto. Urge hacer y gerenciar un plan de generación de confianza que incluya la seguridad para la recuperación del orden público y la reactivación económica enfocada en la construcción y la infraestructura. Hay que volver, igualmente, a lo básico en cuanto a la exploración y explotación de los recursos naturales y, en general, hay que fomentar a las empresas formales y dejarles los recursos a través de menores impuestos, pues la riqueza y el empleo productivo son creados por los particulares y no el Estado. Solo así recuperaremos la senda del crecimiento sostenible en el largo plazo.