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Después de perder en 2020, Trump vuelve con su lema “Make America Great Again”. Es una revancha contra el establecimiento demócrata que trató, por todos los medios, de sacarlo de la carrera presidencial haciendo uso político del sistema judicial.
La mayoría de los ciudadanos lo percibió como una víctima y también como alguien capaz de revertir las políticas de izquierda demócratas, consideradas por muchos contrarias al “sueño americano”. De hecho, muchos demócratas, cansados de la tendencia izquierdista “woke” del partido y de los pobres resultados económicos y sociales, votaron por él.
Ahora, nos preparamos para presenciar a un Trump 2.0 repotenciado, que promete hacer mucho más de lo que hizo en su primer mandato. En su discurso inaugural, señaló que comienza una “edad de oro” de respeto y florecimiento de los Estados Unidos.
Se pueden destacar varios aspectos de su discurso y línea política. Considera que el mercado estadounidense debe beneficiar principalmente a los productores locales. Esto probablemente se traducirá en aumentos de aranceles para productos procedentes de otros países, lo cual podría cerrar puertas para algunos (como China, Canadá y México) y abrir oportunidades para otros.
En cuanto a la inmigración, aunque reconoce que es necesaria, esta debe ser controlada. Esto implica que las personas que lleguen a los Estados Unidos no deben ser criminales, deben hacerlo de manera legal, integrarse a la sociedad estadounidense y contribuir con su trabajo y pagar impuestos.
Con Elon Musk, buscará reducir el tamaño del Estado. Según Trump, el Estado federal estadounidense ha crecido de manera desproporcionada, generando gastos excesivos y trabas burocráticas innecesarias.
A nivel internacional, en organizaciones como la Otan y la OMS, exigirá que los demás miembros contribuyan de manera justa. Para Trump, muchas organizaciones internacionales son financiadas en gran parte por los Estados Unidos, sin generar beneficios proporcionales para el país.
En asuntos ambientales, considera que el Acuerdo de París es desproporcionado y perjudicial para la economía estadounidense, pues impone cargas abusivas sin exigir lo suficiente a países como China e India. Por ello, planea nuevamente retirar a Estados Unidos del acuerdo y revitalizar la industria petrolera en territorio estadounidense para alcanzar la soberanía energética, bajo el lema “Drill, baby, drill”.
Respecto a Cuba, revocó de manera inmediata la decisión de Biden de retirarlo de la lista de Estados patrocinadores del terrorismo. Además, declarará a las organizaciones narcotraficantes mexicanas como organizaciones terroristas y las combatirá de manera contundente, lo cual ocurrirá con las organizaciones narcotraficantes colombianas.
Con estos antecedentes, el Gobierno colombiano no la tendrá fácil, y serán duramente criticadas y mal vistas sus políticas permisivas e ineficaces frente a la migración ilegal, los cultivos de coca, los grupos guerrilleros y otras organizaciones narcotraficantes. Tampoco verá con buenos ojos a los dictadores y la burla a los procesos como en Venezuela, o como podría ocurrir en Colombia.
Como buen “showman”, anunció que el Golfo de México será renombrado como “Golfo de América”, lo que algunos consideran inane y superfluo. Sin embargo, lo más cuestionable fue su mención a la “recuperación” del Canal de Panamá. Si considera que las condiciones son injustas, debería renegociarlas en lugar de hablar de recuperación. Salvo este punto, ¡Bienvenido Trump!