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Tribuna Universitaria 22/09/2023

Un grito silencioso

Juan Manuel Nieves R.
Estudiante de Comunicación Política
JUAN MANUEL NIEVES

En el apacible condado de Arlington, Estados Unidos, una joven de 21 años, estudiante universitaria de segundo año, tomó una decisión devastadora: se lanzó al metro del condado, poniendo fin a su vida. Esta desgarradora historia no es un caso aislado en la sociedad actual.

Los datos del Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NIH) revelan que el suicidio es la segunda causa de muerte entre jóvenes de 10 a 14 años y de 25 a 34 años. Este sombrío panorama nos invita a reflexionar sobre la urgente necesidad de abordar el problema del suicidio en adolescentes.

Los jóvenes de hoy enfrentan desafíos inéditos. Las tecnologías digitales, el uso de nuevas drogas y las relaciones afectivas frágiles, sumados a una serie de estresores como la falta de empleo y de oportunidades de estudios superiores en países como Colombia, hacen que el escenario sea aún más complicado.

La teoría del suicidio de Joiner nos proporciona una perspectiva clara: aquellos que se sienten solos, perciben que son una carga para los demás y tienen la capacidad de quitarse la vida, están en grave riesgo. Las dos primeras señales son especialmente preocupantes, y después de haber experimentado una pandemia, es comprensible que muchas personas hayan experimentado esa sensación, lo que ha exacerbado el problema. Entonces, ¿cómo podemos abordar eficazmente la prevención del suicidio?

El psicólogo Milton Sánchez, un experto que se ocupa de este problema en el área de Washington D.C., sostiene que el suicidio es altamente prevenible. Para lograrlo, es crucial reducir el estigma asociado con los problemas de salud mental y establecer niveles de atención que aborden cada caso, incluso los más graves que requieren hospitalización. Se requieren redes de apoyo que puedan proporcionar información, y es esencial contar con personal capacitado para responder a una crisis.

El enfoque para abordar este problema debe ser multifacético e involucrar a toda la comunidad. En primer lugar, debemos colaborar para reducir el estigma que rodea a la salud mental. El miedo al juicio social a menudo impide que los jóvenes busquen ayuda. Debemos crear un entorno en el que hablar sobre los problemas de salud mental sea tan natural como hablar de una gripe.

Las políticas públicas desempeñan un papel crucial en esta lucha. Deben ser más amigables, permitiendo que las personas se eduquen sobre los signos de alerta y cómo intervenir adecuadamente. Esto incluye la capacitación de maestros, consejeros escolares y otros profesionales para que puedan identificar a jóvenes en riesgo y proporcionarles el apoyo necesario.

Las familias y amigos son el primer eslabón en la prevención del suicidio. Deben aprender a reconocer los síntomas y comportamientos que pueden indicar una crisis inminente. La comunicación abierta y el apoyo emocional son herramientas poderosas en esta lucha.

El suicidio juvenil es un problema que no puede ser ignorado, y países como Estados Unidos están tomando medidas para enfrentarlo. Colombia no debe quedarse atrás. Debemos romper el estigma, educarnos, intervenir y brindar apoyo. Aún existe cierta vergüenza en la sociedad en torno a la salud mental, por lo tanto, el cambio comienza con nosotros, con nuestra voluntad de hablar sobre este tema y tomar medidas concretas para prevenir más tragedias como la que hemos presenciado en el Condado de Arlington.

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