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Tenemos todavía vivo el recuerdo de las veces que refrescábamos una y otra vez la pantalla de nuestro celular con las noticias al principio de la pandemia por si había habido alguna novedad. Saltábamos de un medio a otro para ver si había alguna noticia que nos estuviéramos perdiendo. Nos parecía que las noticias iban más despacio que nuestra capacidad de absorberlas. Y aquí estamos de nuevo en medio de la invasión a Ucrania buscando cada segundo si ha habido alguna novedad. Somos conscientes de que la probabilidad de que nos perdamos de una noticia relevante es casi nula. Pero nos da tranquilidad en medio de tanta incertidumbre revisar una y otra vez los mismos titulares.
Este comportamiento ansioso tiene nombre. Se llama ‘doomscrolling’. Se forma con los términos doom (fatalidad) y scrolling (la acción de mover nuestros dedos en la pantalla tal como lo hacemos buscando las novedades de las redes sociales). Es un fenómeno del que parece que no podemos escapar en un mundo “Vuca”, como muchos lo han llamado, un mundo donde predomina la volatilidad, la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad. Pero la realidad es que tampoco ayuda mucho el hecho de consumir más información. Si la realidad es volátil e impredecible, no es que los noticieros nos van a poder prevenir o preparar para lo que viene. En cambio, alimentar la mente todo el tiempo de noticias negativas nos pone en mayor riesgo de incrementar los niveles de ansiedad y depresión.
Según un estudio de la Asociación Americana de Psicólogos, para finales de 2021 se habían incrementado las consultas por ansiedad en un 15% con respecto a 2020. De hecho, 41% de los profesionales afirmaba que era incapaz de atender la demanda de pacientes. ¿Cuánta responsabilidad tienen las páginas de noticias? Algunos dirán que ninguna porque la función de los medios es informar y cada uno regulará su dosis diaria de información. Pero la realidad es que nuestros cerebros hoy se afectan por este ‘scrolling’ ansioso que los medios reditúan ofreciendo mayor audiencia a los anunciantes y enganchando a un mayor número de suscriptores.
Vale la pena cuestionarse si no sería bueno que los medios le ayuden al ciudadano a aprender a consumir noticias. Podrían lograr una conexión mucho más profunda con las audiencias si les enseñan a no ver noticias trágicas en la noche, por ejemplo. Y en cambio ofrecer otros contenidos que no los manden a la cama pensando que el mundo se va a acabar. También si los previenen cuando van a mostrar imágenes explícitas de la guerra o las catástrofes. Esto ayuda a que la gente pueda controlar su dosis diaria de imágenes dolorosas y deprimentes. No se trata de ocultar la realidad sino más bien de enseñar a gestionarla. No se trata de estar menos expuestos a los medios, sino que esa exposición no nos pase factura con nuestra salud mental.
Creo que hay una gran oportunidad para los medios: ayudar al ciudadano a gestionar su consumo de noticias. Pero es, en últimas, nuestra responsabilidad también. Parte del autocuidado del que hoy hablamos tanto tiene que ver con asegurarnos que tenemos un consumo inteligente de la información. No hay por qué sentirse mal por no haber visto el último avance de la guerra. Al contrario, es un acto de responsabilidad con nosotros mismos. No es que no nos importe la guerra, es que tenemos que aprender a sobrevivir en un mundo Vuca.