.
Analistas 08/10/2022

Si, es la confianza (Stupid)

La República Más

¿Cuál es el activo más valioso de una nación? Algunos dirían que su gente, que su diversidad cultural, o que sus recursos naturales. Otros, como algunos que actualmente rondan los corredores del poder, seguramente dirían que es la tierra, el medio ambiente o la selva amazónica. Sin duda todas esas cosas son valiosas. Sin embargo, entre más lo pienso más me convenzo de que el mayor activo de una nación es la confianza. Lo curioso de este activo intangible es que toma décadas construirlo y pocas semanas destruirlo.

Confianza es la esperanza firme que se tiene de que algo suceda o funcione de una determinada manera. En el caso de un país por ejemplo, se necesita confianza en la capacidad de sus gobernantes, confianza en las instituciones, confianza en que las inversiones generarán retornos adecuados, confianza en que la propiedad será respetada, confianza en que habrá justicia cuando se viola la ley, etc. Claramente, sin confianza una sociedad no funciona. Ya nos lo advirtió Rousseau con su tesis del ‘Contrato Social’, en la cual expuso que los humanos requerimos pactos de convivencia para poder vivir en comunidad. Para que esos pactos funcionen tiene que haber confianza en que las reglas de esos acuerdos se van a cumplir y que no van a ser modificadas al vaivén de los caprichos ideológicos del gobernante de turno.

Ah, y los mercados. Aquellos sistemas que se mueven con la ‘mano invisible’ de nuestro amigo Adam. Esos si que requieren confianza para operar bien. Los mercados no tienen ideología ni corazón y son implacables a la hora de emitir juicios de confianza. Además, tienen un termómetro de confianza en tiempo real que se llama la tasa de cambio. Si los mercados no tienen confianza en los líderes o en las políticas de un país por más loables que sean sus fines, castigan duro. Y ese castigo es pobreza. Por eso, todo gasto social que se haga se borra con una inflación causada o exacerbada por una devaluación autoinfligida por mensajes que generan temor a los inversionistas. Y la inflación es el más perverso de los impuestos en una sociedad, especialmente para los pobres.

El proceso de castigo por sacrificar confianza es sencillo de entender. Digamos que un líder o alguno de sus subalternos dice algún disparate que pueda afectar la economía. Solo por decirlo, los inversionistas pueden perder confianza y sacar sus capitales de Colombia. Como sabemos, la devaluación encarece las importaciones, sube el precio en pesos de cientos de insumos básicos que afectan la canasta familiar y termina generando inflación.
Recordemos que en el mundo actual las economías están interconectadas y aún con todas las barreras que se quieran imponer, no hay manera de frenar una pérdida de confianza.

Entendamos que no vivimos en una burbuja donde podemos aislarnos del capitalismo internacional. No habrá reformas tributarias que valgan si el hueco fiscal aumenta por cuenta de una devaluación promovida por políticas anti inversión. Si la devaluación se dispara, la deuda del gobierno y los intereses se pueden volver inmanejables llevándonos a una severa crisis económica. Por eso, invito a nuestros gobernantes que reflexionen antes de asustar al capital con sus propuestas populistas y así destruir la frágil confianza que tanto nos ha costado construir.

Conozca los beneficios exclusivos para
nuestros suscriptores

ACCEDA YA SUSCRÍBASE YA