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Analistas 10/02/2024

Crítica a la política monetaria

JUAN-FERNANDO-ECHAVARRIA

La mayoría de los científicos sociales se encuentran orientados por “la proposición del fundamento”: “nada es sin fundamento” (Leibniz), “nada es sin causa”, esto es válido para el saber económico. Después de largas meditaciones, nosotros nos atrevemos a decir que, si el saber económico pretende ser ciencia, tiene que ser retrospectivo (a posteriori), ocupándose de la causalidad de los procesos complejos, de los análisis de los hechos y consecuencias de las prácticas reales económicas en su devenir y coyunturas, para analizar y comprender la realidad. Buscar las causas principales es una obligación científica.

Pero la política monetaria, sobre todo en los últimos decenios, no procede así, corresponde más bien a un saber normativo, a un deber ser. En efecto parte de una creencia subjetiva de lo que es conveniente, lo más adecuado. Y aun cuando son decisiones intersubjetivas, basadas en evidencias empíricas y modelos matemáticos sofisticados, prevalecen los criterios subjetivos. Establecen una meta, un objetivo de la inflación y si el índice de precios al consumidor (IPC), se aleja, es una señal para intervenir, especialmente mediante la tasa de interés. Procuran, sobre todo, mantener el poder adquisitivo del ahorro (incluyendo el de los pensionados) y evitar que los capitales de los fondos de inversión emigren. Nos parece que ese es el propósito fundamental del Banco Central.

La anomalía, el índice de precios, consiste en que se aleja de sus proyecciones, de sus prospectivas “tecno subjetivas”, ya no valen los procesos ni las causas objetivas de la inflación, lo único que les importa es el hecho de estar alejadas de lo que consideran como “conveniente” y muchas veces, con proyecciones desmesuradas y desmedidas, ilusas. Los economistas, han inventado términos eufemísticos, ocultando los elementos negativos de sus políticas: tratamos de “enfriar” la economía, sin estar recalentada, porque lo que sucede es un a falta de oferta y un aumento en los costos; con ello se disfraza las consecuencias, no catastróficas es cierto, pero si pretenden ignorar las afectaciones a los sectores productivos, comerciales y de servicios, con el grave problema de presionar el paso de una fase del ciclo económico “ contraccionista” a una “fase depresiva”, atizando los aumentos de los costos vía la tasa de interés desmedida y perjudicando la inversión y el empleo, generando así, un proceso acumulativo negativo.

La denominación de “enfriar la economía” obedece al “paradigma monetarista” de los Bancos Centrales, según el cual toda inflación se encuentra determinada por un exceso de demanda monetaria. Pero en la coyuntura actual del caso colombiano no es cierta: los crecimientos de los índices de “la base monetaria” (un 5% aproximadamente), y del crecimiento del crédito (1%) se encuentran controlados. Los datos de Mauricio Cabrera corroboran aún más este fenómeno: “descontando la inflación, la cartera comercial bajó 6%, la del consumo 11%, y la de vivienda 3%”.

Pero el problema reside en el gradiente entre el IPC y la tasa de interés de intervención del Banco Central, en su diferencial, entre el piso de ese corredor y el techo estipulado por la autoridad mentaría. ¿Esa diferencia es adecuada?

Una alza, en cierta medida desmedida, produce las siguientes situaciones: los créditos se hacen más elevados y así aumentan los costos para los empresarios reduciendo las ganancias e impulsando a algunos a subir los precios; ciertas empresas se apalancan en sus proveedores aplazando los pagos de sus facturas y las medianas, quienes siempre requieren capital de trabajo, se ven constreñidas a esa financiación indirecta y hasta tienen que retrasar la producción ante la negación de suministros por el no pago de las obligaciones. El alza en los intereses afecta los pagos de las tarjetas de crédito y los pone en una situación de impago, así como a los microcréditos de los microempresarios quienes deben desembolsar el doble, en un poco más de dos años, su deuda inicial. Algunas inversiones se hacen no viables pues con dicho nivel de tasa ya no se alcanzan a amortizar, etcétera. En resumen, pueden atizar la inflación; resultado contrario a lo que se buscaba.

Nos parece a nosotros que el rango de ese corredor entre la tasa de interés del Banco y la tasa de inflación es demasiado amplio y puede ir en contravía del aumento de la producción, la inversión y el empleo. Si se compara con la de Estados Unidos de un 2% (5,25% de interés y 3,25% de inflación), la nuestra de 4,4% (12,75% y 8,35%), debería ser menor y máxime si tomamos en cuenta la coyuntura actual en donde el peso se ha valorizado alrededor de 18% con respecto al dólar, es decir nuestros ahorros se ha valorizado en esa magnitud. Por otro lado, el estado de la economía, no así del crecimiento del PBI, es mucho más favorable, nuestro déficit en la finanzas publicas es de 4,2% contra 5,5% y el nivel de deuda es la mitad del de la de Estados Unidos: 54% contra 110%.

Se recomienda, por lo tanto, una flexibilización de la política monetarista ortodoxa y proceder a bajar más rápidamente las tasas de interés

P.D. Mauricio Cabrera, indica: “descontando la inflación, la cartera comercial bajó 6%, la del consumo 11%, y la de vivienda 3%”.

La diferencia a 31 de enero, la inflación llega a 8,35% (Dane) y la tasa de interés a 12,75, o sea un diferencial de 4,4%, más del doble de USA.

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