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Analistas 03/11/2023

El nuevo tablero

Juan Alberto Londoño Martínez
Ex viceministro de Hacienda

Las elecciones del domingo pasado se constituyen sin duda en un hecho político que condicionará el futuro del gobierno del presidente Gustavo Petro. Es evidente que las principales capitales votaron en contra de sus candidatos y que así él no lo quisiera, por la dinámica de las campañas, resultó ser un plebiscito frente a su gobierno y fue categóricamente derrotado. La ciudadanía habló.

Es hora de analizar los efectos en su gobernabilidad que tal mensaje representa. El primer round post elecciones tendrá lugar en la votación del proyecto de reforma a la salud que se adelante en la Cámara de Representantes. Hasta la fecha, se ha visto como los representantes en su mayoría han acompañado su tramite, incluso en partidos como el Liberal, el Conservador y la U en contra de las decisiones y posturas adoptadas por sus colectividades. Es hora de ver si ese apoyo continúa.

La Cámara en su mayoría compuesta por representantes nuevos y sin experiencia, ha sido manejada por el Gobierno mediante la estrategia de negociación individual bajo la promesa de apoyos y beneficios para las regiones de quienes los apoyen. Esto parecía funcionar hasta hoy y resultaba sencillo. El mundo les cambió con la llegada de nuevos gobernantes locales elegidos con el mandato de defender las instituciones. Los representantes que se eligen en sus regiones y con los poderes locales no podrán desarrollar su actividad política en contra de los nuevos mandatarios y estos últimos deberán exigirles tomar partido en contra de la reforma para gozar del apoyo regional. Nuestros parlamentarios no se eligen con el llamado voto de opinión. Requieren las fuerzas locales que hoy se oponen a las principales reformas del Gobierno.

De ser cierta esta tesis, no imagino a un representante del partido de la U o Conservador por Antioquia decidido a pelear con el alcalde de Medellín y el gobernador, poniendo en riesgo su futura elección por aprobar leyes que han recibido no solo la fuerte oposición de los técnicos, sino que fueron temas de debate en la contienda electoral y castigados en las urnas.

En consecuencia, el presidente deberá moderarse tanto en su discurso como en su agenda del cambio o de lo contrario su radicalización y soledad serán mas profundas con efectos nefastos en una mayor polarización y división de nuestra sociedad. Deberá oír a la academia, los técnicos, los mercados y buscar consensos con las demás fuerzas políticas partiendo de la base de que el país no está dispuesto a dar un salto al vacío, que no permitirá que se le arrebate lo que tardó tantos años en alcanzar, que cada día que pasa reconoce las bondades y aciertos de los que han trabajado por esta Nación y los logros obtenidos. Prueba de ello es la gran cantidad de mandatarios regionales que repetirán en alcaldías y gobernaciones basados en sus resultados anteriores y ante la evidencia de los múltiples fracasos de los gobiernos alternativos que mostraron su incapacidad de volver realidad sus discursos y de ejecutar de manera eficiente los recursos. Igual situación a la que se observa por parte del gobierno nacional actual.

Me atrevería a afirmar que la defensa de la institucionalidad, de la iniciativa privada, de la soberanía y autosuficiencia energética, de la estabilidad jurídica, del aseguramiento universal en salud y de todos los logros sociales, terminarán por crear un real acuerdo nacional en contra de la improvisación y de la destrucción de nuestra sociedad, donde se dejen de lado el ego y los personalismos que han creado rivales entre personas que defienden el mismo modelo de Estado y que con su unidad permitirán que a partir del 7 de agosto de 2026, el país retome el rumbo del crecimiento, la inversión, la seguridad y el progreso. Quiero soñar con que la vanidad se deje a un lado, se reconozca y profundice en lo que se ha hecho bien, se permita la crítica, el disenso y se fortalezcan las instituciones.

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