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Analistas 30/01/2020

El malestar de Italia

José Ignacio López
Presidente del Centro de Estudios Económicos Anif

El nivel de ingreso promedio de los hogares italianos es hoy en día aproximadamente 5% inferior al de comienzos de este siglo. Desde los 90s la tasa de desempleo ha promediado 10%, superior al resto de economías europeas, y en particular de sus vecinos nórdicos. La inversión privada ha caído 10% en las últimas dos décadas y la participación laboral es una de las más bajas en Europa, lo cual ha llevado a una importante revisión a la baja de la tasa de crecimiento de largo plazo (la tasa de crecimiento potencial) a una cifra de 0,5% por año. La deuda pública como porcentaje de la economía supera 130% y varios indicadores relacionados con la calidad de las instituciones muestran un detrimento significativo. Si bien las noticias de la inmigración africana han sido registradas por los medios, se discute muchos menos la emigración de italianos que durante los últimos años ha alcanzado niveles máximos, no vistos desde 1970. Aproximadamente, 24% de los jóvenes entre 15 y 29 años están en riesgo de caer en la pobreza.

La falta de crecimiento tiene como origen una importante caída en la productividad de la economía italiana, en particular en el sur del país. Desde el año 2000, la productividad agregada ha caído 5%. El descenso es más fuerte en empresas de servicios y del sector no transable que son actualmente 10% y 15% menos productivas que a comienzos de siglo. Las firmas italianas no han podido responder a los retos impuestos por el cambio tecnológico y la mayor competencia internacional, en particular de empresas chinas.

La política social se ha enfocado en combatir la pobreza mediante un sistema pensional generoso, que es fiscalmente costoso y descuida las generaciones más jóvenes que tendrán que pagar la abultada deuda pública. La política laboral ha buscado proteger los trabajadores con regulaciones y compensaciones que impiden el adecuado funcionamiento del mercado laboral. Los altos costos de despido y las negociaciones colectivas, son solo dos ejemplos. Los salarios de los trabajadores con contratos indefinidos han aumentando a un ritmo mayor a la productividad, lo cual ha profundizado la segmentación del mercado laboral en detrimento de los desempleados y los trabajadores temporales.

El sistema financiero sostiene un número de pequeños bancos que operan a una escala ineficiente, mientras el resto de la banca tiene problemas de gobierno corporativo y una peligrosa concentración en títulos de deuda pública.

La economía italiana, ahora anémica, pero en otro tiempo dinámica, ha generado un malestar que se ha encarnado en expresiones políticas populistas y antieuropeas en años recientes. El actual Gobierno, formado por una precaria coalición entre el partido demócrata y el movimiento cinco estrellas, se enfrenta este año a una potencial elección, que podría dar lugar a un mandato del partido de la Liga, de corte antieuropeo.

Las recientes elecciones locales en Emilia-Romagna, donde el partido demócrata salió bien librado, le dan un renovado aliento a la coalición de Gobierno. No obstante, la actual coyuntura política no es terreno favorable para las reformas laboral, pensional, financiera y del sistema de justicia, que tanto necesita Italia para volver a ser una economía dinámica. El deterioro del país mediterráneo, que parece secular más que coyuntural, se ha convertido en el verdadero talón de Aquiles de la Unión Europea.

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