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Analistas 19/09/2013

Terratenientes: delincuentes y ladrones

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado
La República Más
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En 1881, Henry George, un liberal radical, le hablaba así a los terratenientes: 
 
“Terratenientes irlandeses, a ustedes y a los otros terratenientes, les pido disculpas por tacharlos de delincuentes y ladrones. Confío en que entenderán que no los considero peor que a los otros seres humanos, pero no encuentro otras palabras para describir la situación actual. Estos califi-cativos no son contra ustedes como individuos sino contra el sistema” (GEORGE, Henry., 1881. The Land Question and Related Writings. Viewpoint and Counterviewpoint on the Need for Land Reform, Robert Schalkenbach Foundation, New York, 1982, p. 43).
 
Los pensadores liberales de aquellos días se preguntaban por los fundamentos que debería tener una sociedad que respetando la propiedad privada del suelo y de los medios de producción, pudiera proponerse como una alternativa al comunismo. El Manifiesto del Partido Comunista (1872), la proclama victoriosa de Marx y Engels, comienza anunciando que el “fantasma del comunismo recorre a Europa”, y termina invitando a la unión de “los proletarios de todos los países”. Para Marx y Engels la única forma de acabar con la explotación asalariada era mediante la propiedad colectiva de los medios de producción. Este sería el camino inequívoco hacia el comunismo.
 
Liberales y comunistas coincidían en que las condiciones de la clase obrera eran inaceptables. Junto con George, otros economistas liberales como John Stuart Mill, estaban convencidos de que era posible construir una sociedad justa sin necesidad de abolir la propiedad privada. Y en esta perspectiva, la tributación aparecía como el mejor instrumento para resolver la tensión entre justicia y libertad.
 
Y en la óptica de George, los impuestos al suelo constituyen el mecanismo privilegiado para la construcción de sociedades liberales. En su opinión, los terratenientes se apropian de las rentas diferenciales que no les corresponden. Toda la renta diferencial debe ser del Estado. George observa que en San Francisco el acre de tierra pasó - en un año - de US$1 a US$15. Y este aumento del valor del suelo lo explicaba por la inminente llegada del ferrocarril. Puesto que estas rentas desorbitantes no son el fruto del esfuerzo empresarial, pertenecen al Estado de California. Y, entonces, concluye George: el 100% de este mayor valor pertenece a la sociedad y debe ser apropiado por el Estado.
 
Y los impuestos al suelo son relevantes porque “En ningún lugar, la cuestión de la tierra es un asunto exclusivamente local. Es un tema universal”. A la luz de las condiciones actuales, esta frase de George es profética. Primero, porque la tierra es un bien que no se puede reproducir. Por su naturaleza es diferente de cualquier otro bien. Segundo, porque es una fuente privilegiada de recursos. Y tercero, porque es el factor de producción primario por excelencia. Los impuestos al suelo son el elemento que articula estas tres dimensiones. La tributación tiene una incidencia definitiva en el ritmo y el modo de explotación del suelo.
 
En Colombia el predial rural efectivo a duras penas llega al 2 por mil. En materia agropecuaria el país es pre-liberal. En medio de las conversaciones de la Habana los mensajes de George deben ser escuchados, porque es la oportunidad de comenzar a construir una sociedad liberal. Afortunadamente para todos, en estos aspectos las peticiones de las Farc van la misma dirección. No obstante, frente a la radicalidad de George, el discurso de Iván Márquez es débil. Si acaso, sería el de un liberal moderado.

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