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Analistas 14/04/2023

Inflación rebelde

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado

La inflación continúa alta, aunque ha venido disminuyendo. En marzo la variación anual fue de 13,34%. La inflación del grupo de alimentos fue de 21,81%. La de restaurantes y hoteles fue de 18,67%. El aumento de los precios de alimentos tiene una incidencia especial en los más pobres. Los precios de la canasta de consumo de los hogares pobres aumentaron 13,87%, y la de los hogares de ingresos altos 12,81%.

A diferencia de otros episodios inflacionarios, el actual tiene causas estructurales, que obligan a buscar soluciones no convencionales. Desde los años ochenta la lucha contra la inflación le ha dado prioridad al control de la cantidad de dinero, bien sea de manera directa, o de forma indirecta a través de la regulación de la tasa de interés de referencia. La relación de causalidad subyacente es clara. Por un lado, si la cantidad de dinero disminuye los precios bajan. Y, por el otro, si la tasa de interés sube, el crédito disminuye, la demanda de dinero se reduce, y esta secuencia se expresa en una menor inflación.

Estas causalidades están inspiradas en Friedman. En sus análisis históricos el autor observa que a lo largo del tiempo se ha presentado una estabilidad de la función de demanda de dinero. Y en virtud de esta constatación, la regulación de la cantidad de dinero es la mejor medida anti-inflacionaria.

Estas medidas de corte friedmaniano ponen el acento en los aspectos exclusivamente monetarios. A diferencia de lo que sucede hoy, en los años setenta y ochenta era más evidente la relación entre la cantidad de dinero y los precios. Con el paso del tiempo esta secuencia se ha ido perdiendo. Primero, porque las relaciones monetarias se volvieron más complejas, y la cantidad de circulante ha ido perdiendo relevancia a medida que se han ido desarrollando numerosas modalidades de pago. Segundo, porque actualmente un grupo significativo de precios (alimentos, servicios públicos, combustibles, transporte…) no depende de la cantidad de dinero, sino que responden a factores no monetarios, como las lluvias o las regulaciones administrativas. El precio de estos bienes escapa al control de la política monetaria. La llamada “inflación básica” excluye los bienes mencionados, y reconoce que su precio no responde a decisiones de política monetaria, sino a factores estructurales.

La inflación actual no se ha reducido pese a la aplicación de las medidas convencionales de la política monetaria. La tasa de interés anual de referencia aumentó de manera significativa, pasando de 1,75%, en septiembre de 2021, a 13% en marzo de 2023. Este aumento tan considerable no se ha reflejado en una reducción significativa de la inflación. Las causalidades friedmanianas ya no operan. A la complejidad de los sistemas monetarios y financieros, se le agrega ahora la crisis derivada de las restricciones de la oferta de bienes. El fracaso de los instrumentos monetarios obliga a buscar alternativas de corte estructural, que permitan superar las restricciones de la oferta que existen actualmente.

Las medidas más urgentes están relacionadas con el mejoramiento de la productividad y la competitividad agropecuaria. La importación de alimentos básicos, acompañada de la devaluación del peso, se refleja en un aumento del nivel de precios. Es el momento de replantear de manera sustantiva los tradicionales instrumentos monetarios, buscando atacar las causas estructurales de la inflación.

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