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Analistas 29/09/2023

El sindicalista Biden

Jorge Iván González
Profesor de U. Nacional y Externado

En Michigan Biden se unió a los huelguistas del sector del automóvil. Este hecho sin precedentes pone en evidencia la asimetría entre el ritmo de crecimiento de las ganancias y el de los salarios. La remuneración a los trabajadores se ha ido rezagando, y no avanza a la misma velocidad que los excedentes en manos de los propietarios de las empresas y de sus dirigentes. Biden se une a la indignación sindical porque considera inaceptable la ampliación de esta brecha. Los huelguistas piden un aumento salarial de 40%.

La denuncia de Biden está respaldada por dos estudios recientes del FMI y de la Ocde. De acuerdo con estas investigaciones, entre 2020 y 2021 las ganancias de las empresas aumentaron 53,9%, mientras que los salarios crecieron 7,9%. Las dos consecuencias más claras de esta disparidad son el aumento de la desigualdad del ingreso, y el deterioro de la demanda. Pero lo más significativo del análisis del FMI y de la Ocde es poner en evidencia la relación directa entre las ganancias corporativas y la inflación.

Estas ganancias excesivas han sido el resultado de un control monopólico de los precios. Las grandes corporaciones no han permitido que los precios se ajusten a los costos y, entonces, el precio termina siendo artificialmente alto. Este excedente únicamente se justifica por el afán de ganancia. La falta de competencia permite que los capitalistas aumenten sus ganancias en un porcentaje considerablemente más alto que el de los trabajadores. El excedente derivado del control monopólico es perjudicial para el conjunto de la sociedad.

En los análisis convencionales de la inflación se le suele dar relevancia a la incidencia que tienen los aumentos salariales en los precios. Es el argumento que se ha utilizado para frenar las aspiraciones de los trabajadores en las negociaciones anuales del salario mínimo. El FMI y la Ocde invitan a cambiar la óptica de análisis.

Primero, porque muestran que la ausencia de competencia termina expresándose en una mayor inflación. Y el control indica que hay debilidades institucionales, que han permitido la consolidación de monopolios con mucho poder.

Segundo, porque es una invitación a los bancos centrales para que modifiquen de manera sustantiva su visión de la política monetaria y de los determinantes de la inflación. Los bancos siguen obsesionados con su pretensión de frenar la inflación por la vía de las tasas de interés. La inflación actual no es un fenómeno de demanda. Sus causas son más complejas. Algunas están relacionadas, sobre todo después de la pandemia, con los mayores costos. Pero otras tienen que ver con factores institucionales complejos como la imposibilidad de controlar el monopolio, y de reducir el poder de mercado de las grandes empresas y corporaciones. Esta mirada es integral y supera la perspectiva estrecha que asocia la inflación al aumento de la cantidad de dinero. Este diagnóstico estrecho no permite explicar la inflación actual.

La relación entre la concentración de la riqueza y la inflación abre una puerta de análisis novedosa, que debería llevar a que los bancos centrales modifiquen de manera sustantiva su percepción de los factores determinantes de la inflación. La regulación de la inflación obliga a realizar cambios estructurales, comenzando por la eliminación del poder monopólico de las grandes corporaciones.

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