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En las economías del mundo, el concepto de confianza es uno de los pilares fundamentales para un buen funcionamiento de un sistema de intercambio. La norteamericana Elinor Ostrom, única mujer ganadora del Premio Nobel de Economía en 2009, trabajó sobre sistemas complejos auto-organizados. En dichos sistemas, Ostrom mostró que existe la posibilidad de crear confianza en sistemas de gestión más pequeños y medianos, de manera libre y preservando autonomía. Los pequeños sistemas entonces eligen colaborar con otros sistemas más grandes para hacer que todo funcione globalmente.
Las ideas de su trabajo están enmarcadas en sistemas políticos, pero cabe destacar que el premio le dio una importante relevancia al concepto de confianza como variable para lograr resultados en sistemas organizados. La confianza debe existir en el transporte, en la alimentación, en hoteles, aerolíneas, bancos, en reservas de diferentes tipos de servicios, y sobre todo, en sistemas tecnológicos.
En los diferentes desarrollos tecnológicos el ser humano ha tenido que convivir con el problema de los usos. Cuando nuestros antepasados comenzaron a desarrollar artefactos, utensilios, adminículos y tecnología manual, eventualmente aparecieron las primeras armas para el combate con animales por la comida. Nadie imaginó que luego las armas terminarían en algunos usos que se les dan hoy, como pasa en Estados Unidos en centros comerciales y colegios donde hay personas disparando a otros seres humanos. Con el gigante desarrollo de la industria militar, luego con las fábricas, y posteriormente las tecnologías blandas o comúnmente llamadas TICS, también funciona la lógica de la confianza como principio fundamental. Facebook está envuelta ahora en un escándalo por que uno de sus viejos aliados hizo un mal uso de la tecnología. Se apropiaron de datos de sus usuarios para difundir “Fake News” y alterar el comportamiento político de los mismos.
Mark Zuckerberg aceptó su responsabilidad después de una importante descolgada del precio de la acción en bolsa y el escándalo de Cambridge Analytica. No solo es una crisis de reputación, sino de temas que pueden ser de seguridad nacional. Una gigante falta de confianza. Zuckerberg cuenta que se enteró de la venta de datos a periodistas del periódico inglés The Guardian en 2015. Luego eliminaron la aplicación del desarrollador y forzaron a Cambridge Analytica a que certificaran que habían eliminado todos los registros y datos. Supuestamente habían subsanado el tema, pero la verdad es otra. Con nuevas publicaciones de The Guardian y The New York Times, es evidente que la empresa nunca había borrado toda la información. “Ha sido una violación de la confianza entre Facebook y los usuarios que comparten sus datos con nosotros y esperan que nosotros lo protegemos. Tenemos que arreglar eso”.
Este dilema de Zuckerberg no tiene solución rápida ni evidente. El nuevo panorama enfrenta al gigante de Silicon Valley con rivales locales que hasta ahora habían pasado desapercibidos como congresistas, entidades reguladoras y usuarios en todo el mundo que comenzaron a cuestionar públicamente la utilidad de usar una plataforma que no protege los datos. ¿Quién sabe cuántas aplicaciones tienen la misma mala práctica? Ahora les toca entrar a revisar sus fundamentales. El escenario perfecto para que europeos comiencen a legislar sobre lo que siempre han intentado, la protección y uso de los datos personales en los gigantes norteamericanos.
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