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Analistas 11/10/2023

Negociación del mínimo: más allá de un déjà vu de variables

Jorge Enrique Sáenz Castro
Asesor del DNP y profesor Esap

A medida que nos acercamos al cierre del año en Colombia, surge una nueva puja para determinar el aumento del salario mínimo del próximo año. La negociación, al parecer, comenzará siguiendo el mismo guion de siempre, sin dar cabida a otros participantes y factores igualmente esenciales en este proceso

A lo largo de la historia colombiana, la negociación para establecer el salario mínimo ha girado en torno a la participación de tres actores clave: el gobierno, los sindicatos y los empresarios. Este proceso se ha centrado principalmente en tres pilares esenciales: el costo de vida, la inflación y la productividad. El propósito último de esta negociación es alcanzar un salario mínimo que satisfaga los intereses de todas las partes involucradas.

Indudablemente, los sindicatos se esfuerzan por asegurarse de que el salario mínimo sea suficiente para cubrir plenamente el costo de vida de los trabajadores y que no se vea mermado por la inflación. Mientras tanto, los empresarios ponen el acento en la necesidad de un incremento salarial que, si bien sea justo, no ponga en peligro sus costos laborales, márgenes de beneficio y competitividad tanto a nivel nacional como internacional. El gobierno, por su parte, busca alcanzar un equilibrio en estas negociaciones, con la meta de no afectar negativamente sus finanzas mientras mejora las condiciones de vida de los trabajadores y reduce la pobreza.

Es ampliamente conocido que los actores involucrados en la negociación del salario mínimo persiguen sus propios intereses, que a veces pueden entrar en conflicto. Sin embargo, es crucial destacar que esta negociación no está considerando una serie de factores que desempeñan un papel esencial en la determinación de un salario mínimo justo y razonable.

En primer lugar, se están pasando por alto las notables disparidades en la productividad que existen entre las diversas regiones y municipios de Colombia. Cada zona del país tiene su propia dinámica económica y niveles de productividad que difieren significativamente entre sí. Estas diferencias tienen un impacto directo en la capacidad de las personas para hacer frente a los aumentos salariales y deben ser cuidadosamente consideradas en la negociación del salario mínimo.

Asimismo, es fundamental destacar que en estas negociaciones tampoco se están teniendo en cuenta las diferencias geográficas y las disparidades económicas presentes en los 1.203 municipios y 19 territorios de Colombia. Cada una de estas áreas enfrenta desafíos únicos en términos de costos de vida y condiciones económicas, por lo que es esencial adoptar un enfoque más personalizado y contextualizado al determinar el salario mínimo. No se puede aplicar una solución uniforme a nivel nacional sin tener en cuenta estas diferencias regionales.

En este contexto, Jorge Iván González, director del Departamento Nacional de Planeación, ha enfatizado con firmeza la necesidad imperativa de incorporar plenamente los abundantes recursos naturales de Colombia en cualquier diálogo o análisis económico. Estos recursos, que abarcan desde el agua y el petróleo hasta la rica biodiversidad del país, deben ser completamente integrados en el proceso de producción, con un enfoque prioritario en su sostenibilidad. Esta perspectiva no solo reviste importancia económica, sino que también desempeña un papel esencial en la preservación de nuestro entorno natural y en el cumplimiento de nuestras responsabilidades ambientales. Es relevante destacar que esta visión se alinea de manera coherente con el plan de desarrollo denominado “Colombia: Potencia Mundial de la Vida”, el cual coloca al agua como el elemento central de la estrategia nacional.

En otro aspecto de gran relevancia, el director del DNP ha subrayado la urgente necesidad de transmutar la forma en que calculamos la productividad. En la actualidad, seguimos utilizando cálculos fundamentados en la ampliamente reconocida función de Cobb-Douglas, la cual asume rendimientos decrecientes sin considerar la posibilidad de rendimientos crecientes a escala. Sin embargo, la inclusión de la noción de rendimientos crecientes a escala implica tener en cuenta las economías de aglomeración, que se refieren a los beneficios que las empresas y los trabajadores obtienen al establecerse en áreas densamente pobladas o cercanas a otras empresas y recursos. Estas economías pueden impulsar la producción total al reducir los costos de producción y mejorar la eficiencia. Esto resalta la importancia de no solo evaluar la productividad a nivel individual, sino también reconocer las sinergias que surgen cuando las empresas se agrupan en regiones específicas.

Por otro lado, las disparidades en las tasas de inflación entre distintos territorios y regiones del país a menudo no reciben la atención que merecen en las discusiones sobre el salario mínimo. La tasa de inflación puede variar significativamente de una región a otra debido a una serie de factores económicos, geográficos y demográficos. Esto implica que el aumento del salario mínimo puede tener impactos diversos en las diferentes partes del país, lo que demanda una atención meticulosa para garantizar una distribución justa de los beneficios. Es esencial reconocer que las políticas salariales no pueden adoptarse como un enfoque único y uniforme, ya que las realidades económicas locales pueden diferir ampliamente. Esto subraya la importancia de ajustar las políticas salariales para reflejar estas diferencias regionales y asegurar que los trabajadores en todas partes reciban un salario mínimo que les permita mantener un nivel de vida adecuado.

Además, en esta negociación tampoco se está prestando la atención debida a la brecha de ingresos, un tema de relevancia destacada en el trabajo de Claudia Goldin, recientemente galardonada con el Premio Nobel de Economía. Goldin ha enfatizado de manera contundente la importancia de abordar las brechas salariales entre hombres y mujeres en el ámbito laboral. Integrar esta perspectiva en las discusiones sobre el salario mínimo es esencial, no solo para promover la igualdad de género, sino también para garantizar que las mujeres reciban una remuneración justa y equitativa por su trabajo. Esta inclusión no solo representa un paso en la dirección correcta hacia la igualdad, sino que también contribuye a fortalecer la economía en su conjunto al reconocer y valorar adecuadamente el aporte de las mujeres en el mercado laboral.

Por tanto, abordar estas diferencias geográficas se convierte en una piedra angular para lograr un salario mínimo que sea un fiel reflejo de las realidades locales y verdaderamente equitativo. Esta tarea implica evaluar detenidamente tanto el costo de vida en cada región como la capacidad de las empresas para ofrecer salarios justos y sostenibles. Un enfoque más personalizado puede contribuir significativamente a reducir las brechas económicas y a mejorar las condiciones de vida en todo el país. Es de suma importancia, además, plantear la implementación de aumentos salariales territoriales y diferenciales basados en la productividad, el género y las condiciones económicas locales como una propuesta seria en estas negociaciones.

Es urgente que las negociaciones sobre el salario mínimo en Colombia evolucionen hacia una perspectiva más amplia e inclusiva que refleje la diversidad geográfica, promueva la sostenibilidad ambiental y fomente la productividad. Solo a través de una reforma integral podremos garantizar un salario mínimo justo y sostenible para todos los trabajadores colombianos, al tiempo que respaldamos la estabilidad económica y protegemos el medio ambiente. A pesar de los desafíos que esto conlleva, es esencial para construir un futuro equitativo y próspero para el país.

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