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Analistas 10/09/2022

La guerra contra de la desinformación

Javier Villamizar
Managing Director

La facilidad con que se propagan las mal llamadas noticias falsas en una sociedad digital como en la que vivimos hoy en día, se convierte en un peligro para la economía, la salud y diversos sectores industriales, así como para la democracia en su conjunto. Estas noticias están diseñadas para que el consumidor promedio las comparta sin reflexionar antes de hacerlo y su diseminación se apalanca en la creciente adopción y popularización de la computación, las redes sociales y las plataformas de mensajería personal. La facilidad con que se pueden propagar noticias falsas a nivel global en cuestión de segundos es algo que tiene consecuencias nocivas para las instituciones, partidos políticos, medios de comunicación y ciudadanía en general, especialmente en épocas electorales o en situaciones de conflictos como el que actualmente se vive en Ucrania o durante los momentos más críticos de la pandemia del covid-19.

La posición tomada desde la esfera político-institucional de parte de muchos gobiernos es la de poner freno a la desinformación y a las noticias falsas a por medio de mecanismos de regulación restrictiva que obligan a los principales difusores (las plataformas tecnológicas detrás de las redes sociales) a filtrar todo tipo de contenido que pudiera ser considerado como una amenaza. Un ejemplo de este tipo de acciones fue la censura hecha por Twitter al expresidente de los Estados Unidos, Donald Trump, después del asalto al Capitolio en enero de 2021, por considerarse que los tuits del entonces presidente podrían ser interpretados como una incitación a la violencia. Este tipo de decisiones generan complejos debates éticos alrededor de como su implementación podría poner en riesgo el pluralismo existente en la red y la libertad de expresión. Para algunos críticos de las acciones tomadas por las redes sociales, su actuación puede verse como un nuevo modelo de censura previa.

La desinformación también impacta fuertemente a las empresas detrás de los medios de información tradicionales como la prensa, la radio y la televisión. Los profesionales del periodismo detrás de estos medios se enfrentan cada día más a la difícil labor de estimar la confiabilidad de las noticias, más allá de la discusión entre lo verdadero o lo falso, entre lo correcto o lo incorrecto.

El crecimiento exponencial del problema de las noticias falsas ha impuesto la necesidad de establecer mecanismos de control más fuertes que eviten la desinformación y que permitan la verificación de hechos, así como la posibilidad de contrastar noticias con el objetivo de ofrecer a los consumidores de contenido, una información veraz.

Considerando la magnitud del problema debido al gran volumen de desinformación que circula y la facilidad con que estos contenidos se propagan, se vuelve físicamente imposible atacar el problema usando seres humanos como verificadores que seleccionen el material atendiendo a criterios como “viralidad”, peligrosidad e interés público.

Así como la Inteligencia Artificial y el “Machine Learning“ son utilizadas detrás de las redes sociales para promover contenidos y mostrarnos lo que queremos ver, estas tecnologías también son utilizadas como herramientas para combatir la desinformación. Las técnicas aplicables son diversas y van desde la minería de textos o el análisis de contenido hasta la búsqueda inversa de imágenes con el fin de detectar imágenes o videos que hayan sido manipulados con propósitos perversos.

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