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Analistas 30/04/2025

No innovamos en electricidad

Isaac Dyner
U. Jorge Tadeo Lozano - Presidente Asociación Latinoamericana de Economía de la Energía
ISAAC-DYNER

La formidable transformación global del sector eléctrico en los años 90 del siglo pasado llevó a décadas de gran innovación en asuntos de política, regulación y empresa; por supuesto, acompañada por una transcendental evolución tecnológica y gerencial.

Los pioneros - ingleses y europeos - fueron seguidos por los oceánicos y norteamericanos. Se dio una importante revolución institucional, solo superada por la actual, la de los renovables. Esta última, la más veloz y profunda de todos los tiempos en el campo eléctrico, no excluye país alguno.

La de antaño, condujo a modernizar la forma como se prestaban los servicios de electricidad con participación activa y universal de la demanda, en países donde esta se dio de manera integral. Se estableció que el consumidor (sin importar el sector) seleccionara su provisor de electricidad, como quien adquiere cualquier bien o servicio por internet, solo llenando un formato para elegirlo - bajo consideraciones de su valor incorporado.

Por supuesto, el gran reto también se tradujo en los otros eslabones de la cadena: generación, transmisión y distribución. Lo más difícil fue la generación, pero en algunos países como Colombia también la distribución.

Se buscaba que generación fuese competitiva, así que el comercializador pudiese encontrar suficientes alternativas. En el mundo se dio lo que se llamó el “rush for gas”, la carrera por construcción de centrales termoeléctricas de ciclo combinado a gas (muy eficientes).

Estas ofrecían electricidad barata, en donde los precios del gas eran competitivos y ellas pudieran operar continuamente durante el día. Ese fue el caso en Europa, principalmente con molécula enviada por gaseoductos desde Rusia, y Estados Unidos, con gas de esquisto a precios muy bajos. Esto y el Acuerdo de París de 2015, contribuyeron a la disminución notable de uso del carbón y a la gran dinámica de las renovables.

La distribución, y ella combinada con comercialización, tuvo un gran avance. En Colombia la política y regulación ha fallado (colegas plantean “estampillar” la distribución). Los cargos son muy altos y los arreglos a Electricaribe fracasaron. El servicio en el caribe deplorable. Allí se debió hacer otra cosa, por ejemplo, fraccionando muchísimo más e impulsando ampliamente la generación distribuida, ¡subsidiando inversiones a los más pobres!

En Colombia nunca desarrollamos el mercado minorista y el mayorista se expuso a una creciente participación de la hidroenergía, dejando el gas rezagado y, principalmente, como respaldo para épocas de baja hidrología.

La termoelectricidad a gas no se complementa adecuadamente con la hidroelectricidad, como si se consigue con las renovables. Es más, si no se hubiese presentado la tragedia de Hidroituango, Colombia hubiese llegado a 90% de generación hidroeléctrica o más durante las épocas lluviosas.

Ahora que se presenta una excelente oportunidad con la transición energética, volvemos equivocadamente a la historia de hidro-termo electricidad. Pero como estamos sin gas, se deja a un lado el término transición y se plantea acudir al carbón, como lo proponen algunos.

Esta precaria innovación nos ha traído pérdidas enormes a todos: los consumidores, las empresas, el Estado. Debiéramos estar demandando mucha más electricidad -mucha más barata- para beneficio social y, además, gastando mucho menos en subsidios.

En la nueva era de transformaciones, Colombia va a la saga en Suramérica. El objetivo, más allá del ambiental, sería una Colombia innovadora con electricidad económica que podría aprovechar la industria y la sociedad, y como abono, ser incluyente ¡Qué pesar con tanta incapacidad!

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