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Analistas 12/04/2020

Encierro irresponsable

Ignacio-Iglesias

Desde ya hace unas semanas, con o mayor o menor intensidad, el mundo en el que nos ha tocado vivir está cerrando sus puertas para evitar que la crisis sanitaria real producida por esta pandemia se multiplique y con ella el colapso de una gran parte de los sistemas hospitalarios del mundo. Es curioso que habiendo recibido tantas alertas desde el inicio de la enfermedad en Wuhan, la mayor parte de los gobiernos, salvo excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, hayan hecho oídos sordos y se hayan permitido el lujo de que los avatares de la citada enfermedad se hayan propagado a su antojo.

En estos días me he preguntado si quizás ese torrente de información sobre “el bicho”, muchas veces antagónica, es la principal razón para que no se haya tomado en serio y, por ende, “nos haya pillado el toro”. Hemos oído desde que es una simple gripe con menos letalidad aunque algo más contagiosa a que es un patógeno cuya evolución es difícil de prever; que sólo afectaba a la población de edad avanzada y/o con patologías previas a que nadie está a salvo del contagio; que la infección la había provocado la administración Trump para dañar gravemente la economía china y a la par que había sido el aparato político chino para paralizar la economía mundial para ellos salir reforzado, y como estos ejemplos podemos encontrar tantos otros, sin hablar de las consideraciones “ecológico fundamentalistas” de que esto no es nada más que la respuesta de nuestro planeta al mal uso que estamos haciendo de los recursos y que deberíamos reflexionar tras lo sucedido, pero en serio, para satisfacción de Greta y sus secuaces. Y a todo lo anterior hay que sumar las múltiples opiniones de universidades reputadas, epidemiólogos, medios, laboratorios y empresas farmacéuticas…, que tampoco tienen un discurso único en cuanto a sintomatología del virus, progreso de la pandemia, contagio, posibles fármacos, vacunas…

Más y más información en medio del mundo de las “fake news”. ¿A qué y a quién hacemos caso? No queremos ser cómplices de posibles falsedades y que nos señalen por ignorantes, crédulos, “pardillos”. Nos Intentamos formar nuestra propia opinión con toda la información que nos abruma y con ello, decidimos actuar. ¿Hubiera sido más fácil moverse con mayor celeridad si esta epidemia se hubiera producido hace unos años donde la incredulidad informativa no corría de manera tan natural por nuestras venas? Diría que sí, sinceramente.

Hasta aquí, el primer paso de la irresponsabilidad. Ahora bien y dejemos una cosa bien clara y aquí no caben interpretaciones: la OMS ya había advertido de la posibilidad de una pandemia en meses anteriores, para la que no estaríamos preparados y nadie se lo tomó en serio (o casi nadie).

Sin embargo, la irresponsabilidad no se quedó a nivel de las autoridades gubernamentales, sino que trascendió a un segundo paso, quizás incluso más grave que el anterior: los juicios de valor e ideológicos de políticos y tertulianos/periodistas de uno u otro signo que en su afán de significarse y sobre todo, de cuestionar lo que hace cualquiera que tiene que tomar decisiones, se afanan en demostrar su listeza e inteligencia natural y preclara, además de verborrea “barata”, vociferando: “…esto se veía venir..”, “.. no aprendemos de los errores de otros…”, “… se tenía que haber hecho esto o lo otro…”, “…esto sucede por tener un gobierno incompetente y más preocupado de defender su posición ideológica que de tomar decisiones contundentes” y así podríamos llenar páginas y páginas de frases más o menos lapidarias, que lo único que hacen es sembrar todavía más desconcierto entre la población., que lo que realmente aprecia en momentos como éste son mensajes claros, consistentes y a ser posibles en una única dirección. Lo que no significa que haya que dar la razón “a pie juntillas” a gobernantes más o menos competentes

En estos dos primeros escalones de la cadena de irresponsabilidades entran en juego otros términos como crisis sanitaria, crisis económica, crisis social, cierre de la economía, desempleo, caídas en ellos mercados bursátiles, parón en la actividad empresarial…, más y más páginas que nos martillean y en la que no ya sólo los “actores” de los que hemos hablado anteriormente, gobiernos, políticos, periodistas, tertulianos…, sino también el resto de los mortales, en posesión de “su” verdad absoluta, apostolan de lo que habría que hacer, porque en el punto en el que estamos ya todos tenemos una solución a todos los problemas y “mi” solución es la que realmente se debería ejecutar.

Esta cadena irresponsable se ha convertido en el arma más mortífera para que el virus siga avanzando a sus anchas, salvo en los países asiáticos donde, como diría el pensador coreano Chul Han, tienen un sentido de la responsabilidad colectiva mucho más interiorizado y acatan lo que dicen sus autoridades y ya hemos visto los resultados a diferencia de lo que está sucediendo en el resto de los países “desarrollados”. A eso y al uso sin tapujos de la información sobre los movimientos de su población.

Con la ayuda de tanto poseedor de la verdad absoluta, hemos llegado adonde estamos y ahora, hay casi tantas soluciones como personas y ponemos en tela de juicio las alternativas del resto. ¡Maldita desinformación y transmisión sin medida. Cuanto daño nos está haciendo en estos momentos!

Demasiada cacofonía científica, política, económica, periodística….

Y a todo esto tenemos que sumar la “sabiduría popular” que es la guinda de este pastel envenenado y que cada uno de nosotros propagamos entre amigos, familiares, conocidos y que alimenta, si cabe más todavía, la sensación de confusión y de que efectivamente los días van pasando y no tenemos una solución clara ni para lo que está sucediendo ahora ni para lo que nos vendrá y por lo tanto nos enrocamos todavía más en “mi” solución. Para un problema global, tenemos “n millones” de soluciones particulares. Mal vamos…

En cualquier caso y pese a este proceso que nos ha llevado al punto en el que estamos, cada día, en mitad de este encierro domiciliario, hay muestras y movimientos espontáneos de gente que buscan alterar este “status quo” absurdo y que mantienen la ilusión por ayudar en pequeñas cosas que nos permite albergar la esperanza de que la humanidad, pese a quien le pese, es capaz de sobreponerse y tirar del carro en los momentos más difíciles y éste lo es. No creo estar exagerando si digo que desde la Segunda Guerra Mundial no hemos sufrido una crisis sanitaria, social y económica global y tan profunda y sólo llevamos tres meses…

En el encierro que nos toca sufrir, aunque también nos está llevando a disfrutar de momentos que teníamos muy olvidados, pensemos en sumar y transmitir ilusión y esperanza y no nos dejemos llevar por los sectarismos que continuamente vemos en artículos, noticias, memes, tweets… Ya que estamos encerrados, que sea responsable y no lo digo por las artimañas que nos podamos inventar para salir a la calle y alardear de lo logrado, que también, sino por nuestra obligación de no contribuir más a la confusión y a la sensación de inoperancia de unos y otros.

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