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El reciente lanzamiento del navegador web Atlas, -cuyo lanzamiento anticipé en una columna publicada en julio-, formaliza la batalla entre OpenAI y Google por el mercado de las búsquedas en la web. Una contienda que había comenzado meses atrás con Comet de Perplexity.
Atlas y Comet son navegadores web -al igual que Google Chrome-, pero con una diferencia fundamental: son “AI First”, ya que integran la inteligencia artificial como eje central de la interacción con los contenidos web. Vale mencionar que Google ha incorporado Gemini in Chrome para mantenerse en la competencia; sin embargo, su experiencia de uso aún deja mucho que desear.
Para comprender mejor el alcance de esta evolución, los navegadores “AI First” ofrecen cuatro funcionalidades diferenciadas frente a los tradicionales:
(i) Modo agente: la IA toma el control del navegador y ejecuta acciones en sitios web -rellenar formularios, enviar mensajes, seleccionar productos, etc.- siguiendo instrucciones en lenguaje natural.
(ii) IA conversacional permanente: permite interactuar con la IA sobre cualquier tema, incluso sin relación con la página actual.
(iii) Resumen de contenidos: posibilita solicitar análisis y síntesis de contenidos multimodales -texto, imágenes, video- del sitio web.
(iv) Memoria persistente: el navegador recuerda lo que hiciste y el sentido de tus acciones, encadenando las conversaciones; en contraste, un navegador tradicional solo almacena las direcciones de los sitios visitados.
Este nivel de profundidad en la comprensión y memorización de la actividad del usuario plantea también interrogantes sobre la privacidad. En este aspecto, Atlas lleva ventaja, ya que permite desactivar la visibilidad de las páginas web para la IA, una funcionalidad que Comet aún no incorpora.
Estamos siendo testigos de una nueva evolución en la navegación web, lo que bien podría denominarse la tercera guerra de los navegadores. La primera se libró a finales de los noventa entre Internet Explorer y Netscape, y fue ganada por Microsoft, gracias a su dominio de los canales de distribución más que por superioridad técnica. La segunda, entre 2003 y 2010, tuvo como gran vencedor a Google, impulsado por la potencia de sus algoritmos de búsqueda.
Esta tercera guerra tiene como transfondo la batalla entre navegadores “IA nativos”, y los navegadores tradicionales que han incorporado paulatinamente funcionalidades IA, y se va a dirimir en una mezcla entre el control de los canales de distribución -donde Google conserva la ventaja-, y la innovación funcional, donde OpenAI (Atlas) puede crecer rápidamente gracias a sus capacidades diferenciadas y a su dominio del mercado como asistente de IA, con más de 69% del tráfico global, según datos de Similarweb.
Comet, a pesar de su robustez técnica, necesita escalar; por lo cual una adquisición estratégica por parte de un jugador consolidado en el mercado -¿Quizás Apple o Samsung?- podría ser la vía para mantenerse en esta guerra.
En el fondo, lo que está en juego es el dominio del mercado de la publicidad online, que para Google representó US$54.000 millones en el segundo trimestre del presente año. Y no será una batalla sencilla para Google: implicará desafiar paradigmas profundamente arraigados, incluso a costa de canibalizar su propio negocio publicitario.
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