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Analistas 07/09/2019

Sobre la economía mundial

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

La economía mundial evolucionó mucho más rápido que la institucionalidad pública desde los setenta, cuando se liberaron flujos de capital y tasas de cambio. La globalización del capital y el comercio, la integración social con nuevas herramientas comunicativas y el flujo internacional de personas cambiaron el escenario y tendrán implicaciones aún más serias hacia adelante. El flujo de dineros de todas partes hacia Estados Unidos, reflejo de la confianza en el país líder en innovación pese a sus problemas seculares, fortalece el dólar de manera excesiva y socava la competitividad de sus cadenas de valor de bienes y servicios. Por su parte el gobierno de China, la segunda economía mundial, manipula su moneda para proteger la balanza comercial, lo cual promueve el desorden en los mercados monetarios, pero se puede explicar por tratarse de un país cuyo ingreso per cápita es inferior al promedio mundial y con serias diferencias entre la condición de la población urbana y la rural.

La tercera economía, Japón, enfrenta hoy el reto del estancamiento desde hace dos décadas por envejecimiento de su población con decisiones de impacto: lucha abierta del gobierno por la igualdad de la mujer en un país de marcada tradición machista y cambios significativos en la educación pública hacia esquemas más sencillos y eficaces. Alemania y Corea del Sur, por ser países fuertes en exportaciones de productos industriales, temen estancamiento de sus economías como consecuencia de la posible recesión que podría derivarse de la caída en la inversión industrial en Estados Unidos y la guerra comercial entre este país y China.

Las instituciones que ordenaron la economía del mundo tras las guerras mundiales, como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio (antes Acuerdo General en Comercio y Tarifas), han perdido importancia relativa frente al peso del capital global. La velocidad en la innovación hace ineficaces muchos esfuerzos regulatorios. Los pronunciamientos de la Corte Internacional de Justicia no tienen la necesaria capacidad coercitiva.

Las diferencias culturales, la indisciplina fiscal de algunos países y la insuficiente integración en normas laborales y fiscales han puesto límite a los beneficios de la Unión Europea. Los esfuerzos de la Organización para la Cooperación Económica y el Desarrollo para suprimir los paraísos fiscales no han sido contundentes. En contraste, el refinamiento del capital internacional para posicionar productos, incidir en gobiernos y abusar de posición dominante lo ha fortalecido de manera desmesurada. Todo esto está vinculado con el desarrollo institucional del mundo, insuficiente frente a los problemas, y exige acción. Es preciso reconocerlo inadecuado de muchas fronteras, lo inconveniente del régimen presidencial y la necesidad de propuestas acordes con los retos y oportunidades de esta época.

El asunto ambiental no tiene linderos, los derechos humanos deben hacerse efectivos en todo el mundo, y las instituciones políticas deben ser capaces de abordar las decisiones con racionalidad: la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea está en manos de un parlamento inadecuado para evaluar el impacto económico, y los problemas étnicos no se van a resolver por la vía que señaló el referendo populista. Urge en todo el planeta pensar en grande; somos una sola especie.

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