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Analistas 16/03/2019

Pacífico vulnerable

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Hace unos días hubo inundación en Istmina, Condoto, Tadó y otras poblaciones de la cuenca del río San Juan, en Chocó. El asunto amerita reflexión: la cuenca del Pacífico es hoy el núcleo de la economía mundial, pero Colombia tiene en el abandono su costa sobre el mayor océano del mundo desde la independencia. El entorno es agreste, el clima hostil, y los suelos selváticos y pobres. La población, del orden de un millón y medio de personas, es muy pobre. El único puerto importante, Buenaventura, cuya población suma medio millón, tiene necesidades básicas insatisfechas de casi 40%, Tumaco cercanas 50%, y el resto entre 80 y 100%. La información disponible sobre la región es muy limitada, las distancias medidas en tiempo son enormes, y la guerra de la coca es una constante. Por ende, las perspectivas son trágicas, a menos que se lleven a cabo tareas diferentes de las tradicionales. La oportunidad es evidente en razón de la dinámica de la economía mundial, pero hay que trabajar para materializarla.

El punto de partida es reconocer la realidad: el mundo se ha integrado, y Colombia no puede ser ajena al asunto. Eso significa muchas cosas: hay que mejorar la educación, la infraestructura y la gestión pública en general, y dotar a las regiones de autonomía para asignar recursos. En el caso de la Costa Pacífica, se debe visualizar el proceso que convierta a Buenaventura en la ciudad más próspera del país, por ser el único puerto idóneo en esa costa. La tarea exige superar el divorcio entre el puerto y la ciudad. No basta atender las solicitudes de los habitantes, pues tendrán siempre una dosis de asistencialismo, cuyos beneficios pueden ser discutibles, pero es necesario escucharlas: muchas incluso son elementos necesarios en la formulación de estrategias audaces para el desarrollo social, económico y ambiental. Tampoco se puede reducir el asunto a la perspectiva de las tecnocracias: es preciso consolidar la cultura afrocolombiana, para consolidar las bases del desarrollo social.

La región fue poblada por cimarrones que buscaron sitios inhóspitos con el fin de evadir a sus propietarios. Hoy todos sus habitantes deben tener acceso a las oportunidades y servicios inherentes al siglo veinte en términos constructivos, no fruto de una imposición sino de la práctica de la persuasión respetuosa. La esencia de la estrategia debe centrarse en el impulso a Buenaventura como proyecto, con identificación de subsectores con potencial por conjugar atractividad y competitividad, y las tareas necesarias para movilizar inversión internacional hacia esos subsectores. Se requiere promover la oportunidad, hacer infraestructura para el mediano plazo y planificarla para el largo plazo, llevar a cabo esfuerzos sin precedentes para mejorar la calidad de la educación pública e impulsar el bilingüismo y la capacitación tecnológica, robustecer el tejido social y combatir el delito en todas sus manifestaciones, para lo cual es preciso hacer efectivo el monopolio del poder coercitivo del Estado. En paralelo, hay que hacer presencia pública y prestar servicios básicos en toda la región. El futuro se limitaría a pocas poblaciones, de manera que la selva ocuparía el grueso de los sitios, pero mientras tanto se debe actuar en forma consecuente con la responsabilidad de reducir la miseria y abrir nuevos horizontes.

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