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Analistas 23/05/2020

Las perspectivas pensionales

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Es probable que la vida productiva termine mucho antes de la defunción. Por ello, es importante atesorar recursos para la vejez. La expectativa de vida creció de manera dramática en todo el mundo en el último siglo, en tanto que la fase productiva creció menos.

La enorme brecha no se puede cerrar mediante la extensión significativa de la vida productiva, al menos en el mediano plazo, porque la dinámica de la tecnología exige disposición a cambios permanentes en procesos de producción y distribución de bienes y servicios privados y públicos, apertura a modificación de compromiso vocacional de las personas y esfuerzos sostenidos en educación continua durante toda la fase productiva.

Tomar medidas adecuadas para asegurar la pensión es inherente al trabajo. Se deben hacer aportes a lo largo de la vida laboral para tener ingresos que aseguren un pasar decoroso al acabarse la vida laboral. El reto de generar empleo hoy es mundial: en la mayoría de los países desarrollados no hay suficientes oportunidades para los jóvenes, por lo cual una proporción importante de las personas entre 24 y 35 años vive con sus padres, en tanto que en países de ingreso medio la informalidad pesa; en Latinoamérica suma casi la mitad de la población económicamente activa.

Establecer ingreso mínimo garantizado reduce la presión social del presente, pero no aborda la tarea de impulsar el ahorro. Entre tanto la deuda pública ha aumentado de manera significativa en los últimos lustros, en particular desde que la expansión cuantitativa se institucionalizó a raíz de la recesión de 2008-2009. Esta circunstancia fiscal reduce el espacio para subsidios futuros a menos que haya crecimiento muy importante de la productividad en casi todas partes.

Cabe la posibilidad de que el planeta entero entre en una fase de crecimiento rápido, con tasas muy altas en países pobres y de ingreso medio. En casos como el de Colombia esta situación impulsaría la formación de un verdadero mercado de capitales, de manera que las empresas tomen recursos para financiar su expansión mediante la emisión de instrumentos en el mercado público de valores, y que los fondos de pensiones ganen el valor correspondiente a la materialización de niveles de ingreso adecuados a la capacidad productiva de la sociedad, con menos perturbación por el desperdicio de recursos y la debilidad en la gestión pública y privada.

Sin embargo, también el desempeño de la economía como un todo está sujeto a rendimientos marginales decrecientes. Por consiguiente, en escenarios de nuevos aumentos en la expectativa de vida por encima de la vida productiva, que son muy probables, será difícil mantener el nivel de consumo de la población jubilada a menos que tecnología y diseño institucional se conjuguen en forma acertada para lograr el propósito, y haya más aportes pensionales como proporción del ingreso corriente. Todo esto exige ingresos crecientes para mantener y mejorar el nivel de vida de los aportantes.

Ello, a su vez, exige confianza en la institucionalidad para impulsar el consumo razonable y la inversión en bienes de capital. Será indispensable cambiar la visión del gasto público: habrá necesidad de aumentar la probabilidad de impacto positivo en el futuro para el esfuerzo de hoy. En últimas, la tarea más importante para lo público será promover la conciencia de la responsabilidad de todos en pro de un mundo mejor.

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