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Analistas 20/06/2020

La telefonía móvil celular

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Hasta hace poco más de una década no estaba claro si la telefonía móvil celular triunfaría sobre la computación portátil por la supremacía comercial como herramienta comunicativa con capacidad para procesamiento de datos. Las dudas sobre la posibilidad de hacer digitación apropiada en las superficies limitadas de un objeto pequeño se han disipado: los diseños de teclado se han refinado y se han establecido las instrucciones orales.

La posibilidad de acceder a noticias, cultivar relaciones y hacer transacciones a cualquier hora y desde cualquier lugar mediante el teléfono es fuente de grandes transformaciones sociales y económicas: la urbe llega al campo a través de la herramienta. Así, en países muy pobres de África se ha logrado bancarizar a población rural mediante esta herramienta.

La telefonía móvil celular también tiene consecuencias negativas: promueve estructuras sociales sin relación interpersonal directa; es más vulnerable a interferencias y al robo de información que los computadores personales y las tabletas; el tiempo invertido en el teléfono puede ser significativo y erosionar la productividad de las personas; por último, el abuso en la utilización de internet puede promover excesiva acumulación de energía en forma de ondas electromagnéticas, fuente potencial de riesgo en la medida en que las herramientas telefónicas se vuelvan más poderosas y su uso más intenso. Como habría sido de esperar, estos costos no computados o externalidades no interesan a las autoridades políticas, ni a los líderes de la humanidad en general: el propósito del lucro prevalece sobre consideraciones equilibradas y sobre la importancia de construir reglas de convivencia congruentes con las nuevas tecnologías.

En general, los mercados de telefonía móvil celular no son muy competidos, porque las barreras de entrada son muy importantes: se requiere conocimiento, escala, capital para construir infraestructura y capacidad para atender los requerimientos de las instancias gubernamentales en todo el planeta. La naturaleza del servicio es global, pero las autoridades con capacidad para permitir la prestación del servicio son de ámbitos nacionales, muy heterogéneos entre sí por tamaño, nivel de desarrollo relativo y sistema político.

El sesgo natural hacia el ingreso de dinero al gobierno central respectivo puede ser peligroso incentivo para los propósitos de largo plazo asociados al beneficio social y económico de los habitantes del planeta entero. Como sería de esperar, la defensa de los usuarios es precaria.

Hay dos problemas en especial serios, derivados de esta circunstancia: la dilación en la prestación de los servicios de avanzada y la exposición al procesamiento de su información por las grandes firmas de tecnología. El primero es consecuencia de la limitada competitividad de la industria.

El segundo es muy angustiante: empresas como Alphabet, propietaria de Google, y Facebook, propietaria de Whatsapp, procesan la información que fluye por sus canales e inducen conductas en sus usuarios de manera sutil, mediante el desciframiento de segmentos poblacionales.

La quinta generación de tecnología celular hará mucho más fluida la posibilidad de comunicación, con el incremento correlativo de este riesgo. El mundo necesita establecer instituciones públicas adecuadas para enfrentar este y otros retos surgidos de la globalización desordenada.

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