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Administrar es el arte de asignar recursos a objetivos específicos con indicadores para evaluar el logro del propósito. Requiere estrategia para focalizar esfuerzos de manera ordenada, y estructura para definir instancias de decisión según su naturaleza.
La medición se establece en función de los objetivos de la respectiva institución: la gestión de sociedades comerciales busca maximizar el valor de la entidad, la de entidades sin ánimo de lucro aportar beneficio social y económico por encima del costo de oportunidad de los recursos consumidos, y la de instituciones públicas lograr propósitos vinculados con el interés general. Unas instituciones inciden en otras, y cabe el conflicto entre ellas.
De allí la importancia de tener buenas reglas para que los objetivos se atiendan con cierta armonía pese a las diferencias inevitables entre competidores, entre apreciaciones sobre conveniencia para la sociedad y entre países. La esencia de la gestión está en planificar con acierto, ejecutar con precisión y controlar con rigor. Cada ciclo, sea trimestral, anual o plurianual, debe incorporar nueva fase de planificación para los períodos subsiguientes; se debe estimar desempeño cada mes, y se debe hacer planificación plurianual con sentido crítico cada año.
La gestión exige creatividad y respeto. De allí la importancia de encontrar las competencias de cada quien en las organizaciones, para aprovechar su potencial y evitar perjuicios derivados de sus debilidades. La definición de procesos debe especificar las personas involucradas en el programa o proyecto y su relación con el resto de la organización. Las cadenas de valor pueden requerir revisión y ajuste: nada debe ser definitivo porque el conocimiento aumenta, las circunstancias cambian y los miembros de la organización ganan experiencia y pierden espontaneidad con el tiempo.
Lo vivido en una organización puede ser útil en otra, pero lo específico de cada institución gana importancia a medida que el saber relacionado con sus propósitos aumenta. De allí el enorme valor de quienes detentan conocimiento sobre asuntos particulares de carácter técnico, normativo o comercial, y de quienes impulsan la construcción de conocimiento.
La complejidad del mundo, con restricciones sociales, económicas y ambientales, y expectativas crecientes de la población, conectada por la tecnología en grado sin precedentes, obligan a diseñar y ejecutar epopeyas administrativas. La tarea requiere ética, imaginación y método. El resultado puede sorprender, sobre todo si se aúnan esfuerzos de diversas clases de instituciones para el logro de objetivos conciliados. También la estética participa: se necesita para formar lenguaje común, fijar cánones de evaluación y poner en tela de juicio los propósitos. Como Sísifo, quien subía una enorme piedra hasta lo alto del cerro para dejarla rodar y volver a recogerla para repetir el proceso, el buen administrador nunca completará su labor.
Formar sociedades viables es reto sin precedentes en la historia. Toda la humanidad está involucrada: somos destinatarios, productores, evaluadores o críticos en ordenamientos para generación y distribución de bienes o servicios. La situación de Colombia en gestión es grave: hay marcado rezago entre lo existente y lo necesario para el mundo hoy, en todos los ámbitos, públicos y privados. Ese es gran talón de Aquiles hacia el futuro.
La oportunidad de construir una agenda adaptiva capaz de articular la elusiva bioeconomía con el reemplazo del petróleo pasa por una agenda de innovación
Mientras Google y Microsoft mantienen conservadores ratios de deuda sobre patrimonio del 11% y 33% respectivamente, un análisis de JP Morgan sitúa el de Oracle, otro socio clave de OpenAI, en un asombroso 500%