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Analistas 29/06/2019

Estrategias para persuadir

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

Entender la vida en sociedad de forma práctica requiere mirar a las personas como partícipes en un juego en el que las actuaciones de cada quien dependen de las de los demás. En ese contexto, el beneficio individual depende de cómo les vaya a los demás. No siempre es posible conciliar el interés general con el individual: algunas personas mejoran si el Estado hace redistribución del ingreso a expensas de otras, cuyos impuestos suben para financiar la redistribución. Si hay aumento consistente de la productividad como consecuencia del uso acertado de los recursos públicos es probable que ambas partes, beneficiarios y aportantes, obtengan ganancias por el ejercicio redistributivo.

El bienestar individual no se limita a maximizar ingresos de libre disposición: son importantes la aceptación social, y la sujeción a normas que permitan exigir a los demás conductas apropiadas, de manera haya relativo orden y operen de manera adecuada los procesos que generan los ingresos futuros. Entre las restricciones que se enfrentan cabe la presencia de humanos sicópatas, sociópatas y narcisistas, cuya condición patológica hoy no admite solución y no pueden excluirse a priori. Así las cosas, es necesario persuadir a las masas de la conveniencia de determinadas preferencias y la inconveniencia de otras, a pesar de los prejuicios que tenemos arraigados. La complejidad del asunto ambiental, que exige soluciones globales, es buen punto de partida. La reticencia a admitir la gravedad de la solución suele ser producto de indicaciones de líderes renuentes a reconocer la realidad. Las herramientas de comunicación más eficaces suelen ser gráficas sencillas, cortometrajes con datos y hechos y frases breves e impactantes, todo ello encadenado para inducir consensos no confrontativos en el grueso de la pirámide poblacional.

Ello puede inducir a los líderes públicos y privados a enfrentar no solo los retos ambientales sino también los sociales y económicos, y a pensar en grande, con cambios de fondo en los procesos educativos. Esto, a su vez, desembocará en mejor desempeño económico y mejores oportunidades, lo cual hará gran diferencia en la base de la pirámide, hoy escéptica en todo el planeta. Sin presión de las clases medias y de quienes aspiran a ingresar en ellas no habrá cambio, porque la cúpula de la estructura de los poderes públicos no tiene, en general, interés en inducir su propio relevo como consecuencia de poner en práctica mejores procesos para conformar las instituciones.

En consecuencia, recae en el ámbito de lo privado la iniciativa para impulsar los cambios necesarios. En Colombia legislador y administración de justicia no se forman ni operan de manera adecuada, y se practica la absurda doctrina de Montesquieu, que separa en forma drástica el ejecutivo del legislador, con la fatal consecuencia de que quienes representan al pueblo no tienen responsabilidad verdadera por los resultados de corto y largo plazo. Sorprenden la aversión a reconocer estas realidades y la reticencia al proceso pedagógico necesario para impulsar cambios que desembocarían en crecimiento sostenido durante un tiempo a tasas quizá mayores que las de China, con beneficio para capital y trabajo. Nuestras instituciones podrían caer en manos hostiles a la propiedad privada, y la solución está en manos de empresarios, académicos y profesionales responsables.

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