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Analistas 23/06/2018

El capitalismo amenazado

Gustavo Moreno Montalvo
Consultor independiente

El capitalismo es la orientación a acumular derechos para participar del aprovechamiento del potencial productivo de la sociedad.

Esa orientación es inevitable para evitar el regreso a la fase de la edad de piedra con población nómada y tecnología precaria, en la que quizá hubo menos diferencia entre los géneros y que se terminó con la revolución agraria de hace 10.000 años. Los beneficios de acumular alimentos, vivir en comunidades urbanas, y crear instituciones políticas, religiosas y económicas son evidentes.

El mayor ingreso desemboca en mayor propensión marginal al ahorro: cuando se logra cierto nivel empieza a abrirse el espacio para no consumir todo el ingreso e invertir en diversos instrumentos financieros: depósitos a término, bonos y acciones.

El aumento en la expectativa de vida de los últimos lustros sin extender la fase productiva de la vida en forma igual obliga a pensar sobre cómo aumentar el ahorro y su valor.

El capitalismo tiene diversas caras: es actitud, porque conlleva propósito, y es proceso, porque se materializa en el tiempo.

El acierto en la asignación global de recursos será determinante para el bienestar de futuras generaciones. Administrar fondos de pensiones será una actividad cada día más importante. Segregar recursos para la vejez es nueva prioridad social en todo el mundo; de hecho, los sistemas de seguridad social son algo muy reciente: el primero comenzó a funcionar en Prusia en 1889. De otra parte, la tecnología hoy crea barreras al ingreso a muchos mercados, lo cual permite a las empresas con patentes y secretos valiosos lograr ganancias muy grandes, cuya distribución permite más inversión al gran capital.

En consecuencia, en el largo plazo es posible que la participación de los fondos de pensiones en los mercados globales decrezca, y aumente la de personas naturales muy ricas.

El cambio en la distribución por edades de la población, consecuencia de la caída en la tasa de natalidad en casi todo el mundo, solo se podrá abordar con mayores productividades. Aunque el riesgo de degradación generalizada en la calidad de vida para la población jubilada no se puede eliminar, sí se puede mitigar su ocurrencia.

Es importante evitar el uso indebido de información privilegiada en beneficio propio por quienes detentan el control del capital, afinar la gestión de los fondos de pensiones, aumentar la productividad laboral en forma sostenida, para lo cual es preciso mejorar los sistemas educativos para toda la población y rediseñar las instituciones públicas para conseguir con más facilidad los beneficios de economías de escala e infraestructura adecuada, innovación, climas de convivencia constructivos y conductas que inspiren confianza a toda la sociedad.

En Colombia, donde las desigualdades son enormes, los retos en cada capítulo son evidentes. No basta ofrecer una visión de país: se requiere tener claro qué decisiones impulsan cada resultado posible, y asegurar que haya armonía entre ellas.

Esto parece fácil pero es muy complejo: cada región tiene distintas ventajas comparativas y prioridades, y la planificación de largo plazo debe hacerse desde las regiones. El fracaso en la tarea de asegurar futuro digno para toda la población puede motivar iniciativas equivocadas, que vuelvan pública la propiedad del capital. El resultado sería burocratización y estancamiento. Debe evitarse ese espejismo.

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