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EE.UU. fue la primera democracia liberal. Se organizó tras pugna sobre la autonomía de los estados partícipes (1787). Toleró la esclavitud en el sur, contraria a la declaración de independencia (1776) hasta el final de sangrienta guerra civil (1865). Con Prusia, fue pionero en educación básica universal, gratuita y obligatoria. En 1914, al comenzar las guerras mundiales, ya era la primera potencia económica. Entró tarde en ambas guerras (1917 y 1941), pero fue decisivo en las victorias aliadas. impuso los términos del Tratado de Versalles (1919) pero no lo refrendó y, por el contrario, se aisló. Así prosperó en los años 20 del siglo pasado. Vivió la depresión en los 30. Tras el ataque japonés a su base aérea en el Pacífico conformó fuerza armada formidable y usó la bomba atómica para lograr la victoria. Impulsó la reconstrucción de Europa y Japón. Enfrentó durante cuatro décadas el poder político y militar del comunismo soviético, con éxito en Europa Occidental y Corea del Sur, y fracasos en Cuba y Vietnam.
El sistema político americano quizás amerita revisión: como Latinoamérica, de la cual fue modelo, tiene régimen presidencial, cuya consecuencia práctica, por la enorme participación de lo público en el PIB - más de 40% - es la subordinación del legislador a la administración; la contraprestación es la inclusión de causas de interés personal y regional en el presupuesto. Además, vive debate sobre la distribución de poder entre lo federal y lo estatal. Tiene deuda alta y creciente. Su expectativa de crecimiento, aunque mayor que la de Europa Occidental, es moderada. Lleva ocho décadas con déficit de balanza comercial compensado en balanza de pagos con flujos de capital del resto del mundo, y excesivo gasto en salud con resultados discutibles. Pese al deterioro de la educación pública básica y media en comparación con otros países, es líder en ciencia, tecnología e innovación, con apoyo de talento foráneo desde la migración alemana hace nueve décadas. El aumento de productividad en las últimas décadas ha sido leve pese a la automatización creciente, lo que ha causado estancamiento de la remuneración al trabajo, pero también bajas tasas de desempleo.
La administración actual de EE.UU. declara distancia frente a sus aliados por ocho décadas. Aduce que el bienestar ha sido a costa suya, y es cierto que ha asumido el gasto militar de Occidente.
Europa y Japón viven las consecuencias sociales del envejecimiento de manera marcada, con soluciones diferentes, pero con crecimientos lentos en ambos casos. Europa no ha logrado plena integración.
China, segunda economía del mundo, tiene régimen totalitario desde 1949; está abierta al capital privado desde 1978, pero su sistema político contradice las premisas éticas prevalentes en Occidente desde el siglo 19. Con la apertura, Occidente invirtió allí para producir a menor costo. Hoy esta premisa no es cierta; en cambio, China ofrece innovación en vehículos, energía fotovoltaica y agricultura automatizada, y es líder en educación pública básica y media.
Latinoamérica, África y partes de Asia no tienen papel claro en el mundo de hoy, que no comparte tampoco propósitos adecuados para prosperar como debería. Occidente unido, comprometido en procura de libertad y democracia bajo reglas fundadas en respeto y solidaridad, debe dar el ejemplo. Es hora para todos de pensar en grande.