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Después de los grandes avances realizados para el sector de las confecciones en Colombia a través de los decretos 074 de 2013 y 456 de 2014 impulsados por la Cámara Colombiana de la Confección y Afines (CCCyA) -representante del sector de las confecciones, que aporta la no despreciable suma de más de un millón de empleos en el país-, se ve hoy en riesgo su competitividad por cuenta de 10 diferentes solicitudes de imposición de salvaguardia, para un total de 115 subpartidas arancelarias, con fundamento en el decreto 1407 de 1999. Las solicitudes fueron presentadas el pasado 19 de diciembre por la Andi, como vocera de ciertas empresas que forman parte de su agremiación (Enka, Coltejer, Fabricato, Lafayette, Textrama, Coats, Hilandería Bogotá, Hilandería Universal e Hilandería Fontibón) y, que a todas luces, presentan grandes deficiencias técnicas según los requerimientos del decreto mencionado.
Ahora bien, al revisar cuidadosamente las estadísticas de importaciones que sustentan las solicitudes de imposición de salvaguardia por parte de estas empresas, se encuentra que en la gran mayoría de casos se incluye en el análisis las importaciones provenientes de países con quienes hemos celebrado un tratado de libre comercio y, en muchos de ellos, los crecimientos de las importaciones se pueden atribuir a las provenientes de países con TLC, lo cual es contrario a lo establecido en el artículo 4 del decreto 1407 de 1999: “las medidas de salvaguardia que se adopten en virtud de las disposiciones de este decreto se aplicarán a la totalidad de las importaciones ordinarias del producto investigado, con excepción de aquellas originarias de los países con los cuales se haya celebrado un Acuerdo de Libre Comercio”. Me pregunto entonces: ¿en dónde estaban los hileros o sus representantes a la hora de la negociación de los TLC?
Así las cosas, dado que la eventual medida es inaplicable a los países con los que Colombia tiene TLC suscritos, sería contrario a la ley tomar este volumen de importaciones de esos países para efectos de cuantificar el supuesto perjuicio alegado. Es entonces que un proceder en contravía implicaría un desconocimiento de lo que en el marco de la OMC se ha conocido como paralelismo, es decir, que debe haber una congruencia, “un correr paralelo”, entre las importaciones que se tienen en cuenta para la realización de la investigación y aquellas a las que se les impone la medida, por lo que al sustraer las importaciones originarias en países con TLC se encuentra que la cifra de importaciones, para muchos grupos de productos, en realidad disminuye en lugar de crecer.
Si bien es cierto que es válido pedir ciertas protecciones, no lo es cuando su sustento técnico no es el correcto y las cifras no son coherentes con la realidad del marco regulatorio en materia de importaciones. La necesidad de importación no nace por no querer apoyar a la industria de los tejidos e hilados en el país. Una investigación elaborada por el Centro de Estudios sobre Desarrollo Económico de la Universidad de los Andes (Cede), titulada “Estimación del Impacto Socioeconómico del Sector Textil, Confección y Moda en la Economía Nacional”, concluyó que este sector de la economía no produce lo suficiente para cubrir todo el consumo de bienes de la cadena textil y de confecciones en Colombia, lo cual dificulta su capacidad de abastecer la demanda interna en una mayor proporción. También afirma dicho estudio que la demanda de hilos o tejidos no ha crecido en la misma proporción a la del vestuario, por lo que para poder atender este aumento en el consumo y suplir este déficit de materia prima se debe indudablemente acudir a la importación. Imponer un sobrecargo a las importaciones de hilados y tejidos no solo castiga al sector de la confección: lo más grave es que esos costos se le trasladarán al consumidor, aumentando su costo de vida, por lo que no podemos hilar delgado a hora de establecer protecciones.
Es determinante que nuestros productores de materias primas no solo piensen qué puede hacer el Estado por ellos, sino que deben preocuparse en crecer y tecnificarse para poder satisfacer la demanda nacional. Si no incentivamos la competitividad estamos creando empresarios facilistas y de corta visión, lo que dará como resultado que las empresas se dejarán arrollar por el dinamismo del comercio internacional, tratando de esconderse en las enaguas del gobierno para evitar su desaparición. Bien se puede aplicar lo dicho por Charles Darwin: “no es el más fuerte de las especies el que sobrevive, tampoco es el más inteligente el que sobrevive. Es aquel que es más adaptable al cambio”.