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Analistas 08/02/2022

Traductor, ¿KPI=NPI?

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Meaningful Measures of Human Society (Nature, 2021) invocó una reflexión de Merton que estimo pertinente adaptar: “la [socioeconomía] no está lista para su Einstein, porque no ha encontrado a su Kepler”.
Aunque se crean físicos, los «econometristas» parecen astrólogos y su ambigua bola de cristal manipula nuestra dualidad. Entre ellos, un «influencer» Premio Nobel, Angrist, monetiza la promoción de métodos cuando analiza eventos pop, y evade la solución de asuntos de beneficio general, apelando a la relatividad (Mastering Metrics, 2014).

Supuestamente, alfabetiza para la «Revolución» de la Credibilidad; pero, tal como la Educación Financiera, no contribuye a transformar el arbitrario y desacreditado paradigma capitalista, y, por ende, no empodera a la humanidad.

Ignorando la existencia de Arquetipos Sistémicos (*), afianzan indicadores obsoletos, descontextualizados o contraproducentes, que denominan claves (KPI). En consecuencia, maquillan el desempleo y desprecian la insatisfacción laboral; así mismo, las mediciones de pobreza Desplazan Cargas o Erosionan Metas (*), hacia la vulnerabilidad de la clase media o la inequidad.

En educación, las evaluaciones de desempeño permanecen ancladas al nivel primitivo (reacción); así, usadas como contentillo, no sustentan progresos (Kirkpatrick, 1959). Entretanto, los escalafones ponderan factores ridículos o corruptibles (Ley de Campbell, 1979); verbigracia, la directora del FMI alteró desde el Banco Mundial el reporte Doing Business, para complacer a China.

En el país que prometía ser la Despensa del Mundo no hay autosuficiencia, y 54.2% de la población sobrevive a la inseguridad alimentaria (Andi, 2021). Pero la FAO prefirió arrodillarse ante el gobierno para desmentir el informe Hunger Hotspots (2022), que ponía a Colombia en el absurdo lugar que se merece: a la par de los que registran mayores riesgos de hambruna.

Por todo lo antedicho, desapruebo la legitimidad de los objetivos, instrumentos y datos de los tecnócratas, pues reforzaron la fórmula “statu quo = «Éxito» para quien tiene «Éxito» (*) + Ilusión de la «Élite» (2014)”, que patrocinó la privatización de los servicios públicos (esenciales), sesgó la competencia (desleal) y anuló el bienestar (común).

Locura es usar los mismos KPI, y esperar resultados diferentes. Por eso, mientras el Dane y Fedesarrollo sabotean los «chimbólicos» KPI del otro, Colombia se raja en el OECD Better Life Index, y los ciudadanos ruegan limosnas para financiar la inflación o la malnutrición: las Enfermedades de Transmisión Alimentaria, y la huella social-ambiental del latifundismo.

Avanzando en conclusiones, los «econometristas» deberían evolucionar como hicieron los traductores automáticos; para empezar, repasen Econometric Policy Evaluation: A Critique (Lucas, 1976). De otro modo, seguirán pecando como The Art of Winning an Unfair Game (2003), que impuso la moda de eludir el diseño de juegos gana-gana: empáticos, solidarios y cooperativos.

Los analistas futboleros también parecen «econometristas», o encuestadores de preferencia electoral: oportunistas, eligen al goleador como jugador más valioso. Confunden lo estructural con lo coyuntural, y sus KPI equivalen a «NPI»: tal como demuestran Claudia López, Duque y los actuales candidatos.

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