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Analistas 06/10/2021

Recomendado: asistencialismo moderno

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Odiamos escuchar quejas, sugerencias y excusas, aunque nos encanta expresarlas. Así mismo, objetamos que los demás usen «palancas» -p.ej. para encontrar trabajo o resolver ante cualquier entidad-, pero ignoramos, ocultamos o negamos, que dependemos de las «recomendaciones» para vivir: haz una app, y «appalancaré» al mundo; dame un «asistente», y moveré al mío.

Los algoritmos condicionaron a la sociedad fusionando los regímenes neoliberal y comunista, en La Era del Capitalismo de la Vigilancia (Zuboff, 2020). De acuerdo con Byung-Chul Han, aparentemente serviles o permisivas, las plataformas constituyeron un feudalismo moderno (Bankruptcies of the World, 2021); el ‘me gusta’ es el Amén digital, y los compulsivos smartphones fungen como la generación 4.0 de los «objetos de transición» o refugio infantil, como aquel osito que cobraba vida en la película Ted.

Las TIC acentuaron la pobreza cognitiva y la inequidad entre los patrones de desarrollo. Por una parte, las carencias afectaron al «aprovechamiento» del potencial que ofrecen las ondas cerebrales (The impact of socioeconomic and stimulus inequality on human brain, 2021): delta -aprendizaje-, theta -imaginación-, alfa -relajación-, beta -atención- y gamma -memoria-. Por otra parte, el abuso en la exposición a determinados estímulos las desactivó; en consecuencia, terminamos aprendiendo a hacerle caso a los «asistentes» que nos dirigen (Rethinking GPS navigation: creating cognitive maps through auditory clues, 2021).

Semejantes hallazgos deberían influir en el diseño instruccional; también en la gestión, pues la multitarea sigue de moda, aunque fue desmitificada. Respecto al teletrabajo, la sobrecarga se refleja en la deficiente retroalimentación, mediante el ruidoso procesamiento de las señales no verbales (Nonverbal Overload. Techology, Mind and Behaviour, 2021).

Rutinaria, la tecnología hipnotizó a la heurística y sometió nuestra capacidad de agenciamiento, exploración y decisión (The Glass Cage, 2014). De hecho, el «asistencialismo» invadió los demás ámbitos desde el entretenimiento, diseminando reseñas ambiguas o exageradas, cual horóscopo o etiqueta best seller, como Tinder, Netflix o Rappi.

Cegados, los usuarios adoptan a los «recomendados» de sus oráculos o caballos de troya, cuyas cajas negras limitan la diversidad o manipulan la frecuencia con la que promocionan opciones predeterminadas, para dejarlos sin alternativa. Pocos se conocen a sí mismos, y los demás creen que los algoritmos sí los entienden; además, asumen que fueron diseñados para influir de manera positiva en sus vidas (The influence of algorithms on political and dating decisions, 2021): no para mantener su statu quo y apalancar los intereses que tienen codificados.

Pequeño paso para el hombre, pero grande para la humanidad, China aterrizará al ciberespacio; reglamentaría algoritmos y regularía al insubordinado oligopolio tecnológico, que explota datos personales y manipula precios, según “preferencias y hábitos” (U.S. Can Only Dream Of, 26/08/2021).

La red de corrupción Centros Poblados afianzó la exclusión tecnológica que padecen tantos lugares abandonados por el Estado, y la caída de Facebook paralizó al mundo. Algunos aprovecharon la anacrónica normalidad, y otros eligieron reactivarse instalando otra app.

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