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Analistas 18/02/2022

Desde París con amor

Germán Eduardo Vargas
Catedrático/Columnista

Diez años después de que Petro insinuó al empresariado una Política del Amor (que no sería “romántica ni erótica”), Duque visitó la Ciudad Luz para conocer, antes de San Valentín, un informe que me rompió el corazón porque corrobora que vivimos en la oscuridad, y la Ocde vive del Mito de la Caverna.

Manipulando datos descontextualizados declaró que nuestra “economía se ha recuperado «bien»”, porque volvió al escenario prepandemia (que era nefasto). Destacó que el auxilio estatal fue significativo, aunque el gasto público adicional, como proporción del PIB, estuvo detrás de las economías emergentes y avanzadas.
Señaló la informalidad laboral, pero no la empresarial -el Conpes 3956 de Duque fracasó-. Tampoco interpretó que nuestras unidades económicas son unipersonales o micro, y que ni siquiera subsisten. Como sea, recomendó bajar los costos laborales no salariales, y la carga tributaria porque triplica al promedio Ocde.

Respecto a la inequidad, Colombia ocupa el tercer lugar y duplica al referente Ocde. Además, nuestro porvenir es el peor de esa muestra, pues los estratos bajos tardarían casi 12 generaciones, tres veces más que sus homólogas, para ser «ex» pobres (en ese registro, EE.UU. luce tan mal como China).

Nuestros débiles vecinos regionales nos superan por mucho en el porcentaje de población vulnerable que recibe transferencias monetarias, aunque sean exiguas, como el Ingreso Solidario. Pese a esto, la Ocde celebra que el Banco de la República, monopolizado por Duque, se limite a operar el obsoleto, trivial e inequitativo algoritmo del interés.

También desmintió nuestras «reformas» fiscales. Sin embargo, sus recomendaciones pierden fundamento -o reivindican su originalidad-, porque insisten en eliminar las exenciones al IVA, pese a que nuestra paupérrima capacidad adquisitiva tiende a preferir los convenientes precios de la mayoritaria informalidad.

Aunque todos deberíamos declarar renta, sugiere que se amplíe la base gravable. Desconoce que solo 10.3% de los colombianos económicamente activos recibe como ingreso bruto al menos 2 salarios mínimos (Dane, 2022), y desatiende los verdaderos problemas: la baja contribución de quienes más ganan o acumulan, y los incontables mecanismos con los cuales pueden reducirla más -elusión, evasión y fuga de rentas-.

Finalmente, clamó desregulación (aunque aquí no hay autoridad). Eternamente farsantes, como anunciaba el 18 Brumario de Marx, las propuestas del mal denominado club de mejores prácticas, y las promesas de campaña para «cambiar» el Estatuto Tributario y el Sisben, emulan la descripción del “célebre tratado sobre el arte de la taquigrafía”, que elabora Dickens en Copperfield (Capítulo XVIII, Disolución de Sociedad).

Las ramas del poder conspiran para que nada cambie, o todo empeore; igual que los narcisistas candidatos, cuyos clichés reflejan perfidia, promiscuidad o perversión electoral. Entretanto, Duque declara con fuegos artificiales un crecimiento «histórico», que es apenas un rebote impulsado por el consumismo, donde la deuda maquilla el desempleo, que tiene quebrado al sistema contributivo.

Según él, esto es gracias a su New Deal: Compromiso Colombia. Actúa pensando en los suyos -no en los colombianos-, a quienes juró que ese viaje crearía recuerdos, diciendo “siempre tendremos París” (Casablanca, 1942).

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