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Analistas 21/01/2021

War president

Eric Tremolada
Dr. En Derecho Internacional y relaciones Int.

Donald Trump, el más polémico presidente de los tiempos modernos, orientó su frustrada estrategia de reelección, primero, hacia la paz y prosperidad, retirándose así de forma progresiva de las llamadas guerras sin fin (Siria y Afganistán) y resaltando los éxitos económicos (pleno empleo, cotas máximas de la actividad en Bolsa, rebajas de impuestos). Luego sumó, por un lado, la satanización ideológica de los demócratas como gestores de un socialismo totalitario y, por el otro, al enemigo “invisible”, donde la apuesta de la gran América se debatía entre la prosperidad y el miedo.

Trump pretendía -en palabras de Carlota García Encina- el efecto around the flag, que no conseguía con la guerra comercial con China, y se presentó como un presidente de guerra, con el reconocimiento y respaldo popular necesarios en momentos tan excepcionales, de ahí el rescate público a empresas y ciudadanos más grande de la historia americana (US$2 billones). A partir de ese momento, vendiéndose como un líder decisivo, buscaba protagonismo en larguísimas ruedas de prensa que semejaban un mitin y no desaprovechaba la oportunidad de acusar a la oposición de ser poco patriótica y de calificar de fake news todo lo que no le favorecía.

Sin embargo, en el campo de batalla la negligencia era manifiesta, el gobierno recibió el 3 de enero de 2020 la notificación formal sobre la propagación del covid-19 en Wuhan. El primer caso en EE.UU. se detectó a mediados de enero y el asesor de comercio Peter Navarro, presentó un informe que decía que los costos de la crisis del coronavirus se traducirían en muerte o enfermedad de millones de estadounidenses y pérdidas de billones de dólares. En tanto, los mercados notaban el impacto de la pandemia a finales de febrero: el 24 Trump tuiteaba que todo estaba bajo control, el 27 afirmaba que el virus iba a desaparecer “como un milagro” y el 29 contabilizaba el primer muerto.

Empezaron a tomarse la amenaza en serio a finales de marzo, cuando el Departamento de Sanidad hizo su primer encargo masivo de mascarillas. Por cierto, el hoy crítico John Bolton, exasesor de seguridad de Trump, desmanteló la oficina especializada en pandemias y contribuyó a que no se siguiera con los planes de contingencia de 2018, que buscaban abaratar los respiradores y hacerse -preventivamente- con 20 millones de mascarillas.

Así, el war president, acostumbrado a moldear la realidad a su antojo, como diría Ana Alonso, se daba “de bruces contra la ciencia, los hechos, los datos”. No podía dominar la realidad, parafraseando a Javier Redondo, este era un enemigo real que no se ajustaba a su política de comunicación “los que viven de fabricar los hechos, cuando deviene la realidad, no pueden dominarla”.

En los últimos 70 años, EE.UU. en cinco guerras, Corea (1950-1953), Vietnam (1955-1975), Golfo (1990-1991), Irak (2003-2011) y Afganistán (2001-2020) vieron morir a 86.658 americanos. En la primera guerra mundial (1914-1918) a 117.000 y en la segunda (1939-1945) a 422.000. Los cuatro atentados del 11S no superaron el promedio diario de muertes por covid que se viene registrando. De todos los desastres que nos deja dentro y fuera la gestión del ya expresidente, su fracaso en esta guerra es el más notorio, en 12 meses alcanzó los fallecimientos de americanos de la II guerra mundial que duró 42 meses. Por menos You’re fired.

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