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Analistas 19/04/2023

Deje así

Edwin Palma Egea
Viceministro de Relaciones Laborales e Inspección en el Ministerio del Trabajo

En 1998 el gobierno socialista francés decidió expedir la ley que reducía paulatinamente la jornada laboral a 35 horas semanales y se le vino el mundo encima. La patronal, los partidos y la prensa de derecha alegaron a los gritos sobre la pérdida de productividad, cierre de empresas, descentralización de actividades a países con mano de obra barata y destrucción masiva de empleo por ese cambio de rumbo que rompía la disciplina neoliberal de la época.

Y claro, ésta conquista de los trabajadores, los gobiernos conservadores o débiles que siguieron, la fueron prácticamente desmontando hasta casi desaparecer. Así, sin haber medido el impacto de la norma y los efectos sobre el empleo el gobierno cedió y retrocedió. Los terrores profetizados por la derecha arruinaron una gran oportunidad de ganar productividad y bienestar. Solo quedaba pedir perdón por el “pecado” de favorecer a los trabajadores y trabajadoras.

Después de su desmonte aparecieron los estudios y la inmensa mayoría mostraron que la norma era muy beneficiosa para la creación de empleo, la productividad y el bienestar laboral, en especial para las mujeres trabajadoras. No fueron los datos, ni la economía la que demostró que esta era una mala medida, sino el temor a las críticas y el miedo a la innovación regulatoria los que la hicieron desaparecer de forma “preventiva”.

Recientemente, otro estudio de la Universidad de California liderado por Michael Reich, (ya el premio Nobel de economía David Card, lo había demostrado), señaló que la tesis de que el aumento del salario mínimo afectaba a las pequeñas empresas no estaba respaldada en evidencia. Aquí solo se repite que los leves aumentos de costos por cuenta de recargos nocturnos y dominicales que, valga precisar, no aplican sino para quienes trabajen en las noches y los domingos, destruirán masivamente el empleo.

Cifras sin sustento, pues de la misma manera Fenalco el año pasado dijo que la reforma tributaria quebraría 250.000 tenderos, cosa que no ha ocurrido.

25 años después de la ley francesa, en Colombia, condenan a nuestro gobierno por proteger a los trabajadores formales, más de 10 millones de personas muchos viviendo en la precariedad. Poderosos e influyentes dirigentes gremiales, abogados empresariales, influenciadores de derecha o políticos en desespero nos cuestionan por no pensar en la informalidad cuando el proyecto de ley de entrada crea rutas para formalizar a más de 2 millones de personas que hoy carecen de seguridad social como (trabajadoras domésticas, agropecuarios, de plataformas, aprendices) sin contar con cerca de 17% de informalidad, que según la Misión de Empleo 2020, existe por el simple incumplimiento de la ley laboral.

Nosotros desde el gobierno creemos que las consecuencias de la reforma podrán medirse con el transcurso del tiempo, pero muchos expertos señalan que al mejorar la estabilidad laboral de los trabajadores y aumentar sus ingresos crecería la productividad, el consumo y, por lo tanto, la demanda agregada. Un libro del profesor español, Adrián Todolí, concluye, por ejemplo, que los derechos laborales mejoran la economía. Hace poco se publicó también el análisis del primer año de la Ley Rider española, y aunque el mismo estudio concluyó que era poco tiempo para hacer una valoración profunda, sus preliminares resultados son positivos en el ingreso de las empresas y la calidad de vida de los repartidores.

La generación de empleo depende de muchos factores y no solo de la simple regulación laboral. Esta reforma laboral modificará normas ordinarias del código sustantivo del trabajo. Otra cosa es hablar de política de empleo, muchas de ellas consignadas en el Plan Nacional de Desarrollo que se discute en el congreso también y relacionadas con lograr la paz total, mejorar la educación , desarrollar el agro, la ciencia, la tecnología, el turismo, desatar las alianzas publico populares, masificar el microcrédito, reducir los costos de la energía y el transporte, para mejorar la competitividad sobre todo en las micro, pequeña y mediana empresa abriendo el tránsito a la formalidad y fortaleciendo los incentivos en la generación de empleo.

Hay líderes políticos, que a la vez son empresarios, por supuesto, que coinciden con la Andi que por regla general propone “dejar así”. Le acompañan abogados de grandes empresas, que además de esconderse detrás de las pequeñas y medianas, dicen que esto no es un “Estatuto del Trabajo”, que es una “oportunidad perdida” para regular, legalizando la desregulación más bien, de todas las nuevas formas de trabajo presentes y futuras incluyendo “las robóticas” y que esto es un “pliego sindical”. Les molesta evidentemente que se les dispute el monopolio de las decisiones que hasta ahora han ostentado, porque entre sus decisiones una importante ha sido reducir el sindicalismo a mínimos de tamaño y fuerza para así gobernar sin oposición real. Pero estos amigos del “DEJE ASÍ” no logran articular argumentos serios, todo es profecía.

El mundo del trabajo en Colombia no está bien. La misma misión de empleo 2020 señaló que la mayoría de los trabajadores viven en la precariedad, así estén en la formalidad. Y no solo ha habido despojo de derechos, algunos medianamente reparados por la justicia, sino que no hay relaciones laborales democráticas mediante lo cual se podría regular muchas cosas que se escapan del detalle de la ley. No hay dialogo social o donde lo hay es desigual. Intentar desprestigiar la iniciativa de reforma calificándola de “pliego sindical” es la demostración del poco valor que intentan darle los voceros de los grandes empresarios al sindicalismo y la negociación colectiva, que están protegidas por convenios internacionales y por normas constitucionales que estamos obligados a cumplir, a desarrollar y a garantizar su respeto, pero sectores económicos, políticos y jurídicos conservadores concluyen lo mismo: “es mejor dejar así”.

Colombia todos los años asiste a la OIT a responder por violación de convenios internacionales. Ocupamos uno de los deshonrosos primeros lugares donde es peor trabajar. Las delegaciones internacionales de Canadá y EE.UU. nos cuestionan por no cumplir los capítulos laborales de los tratados de libre comercio. Si esta reforma avanza, este año iremos a mostrar avances concretos en todos esos compromisos. Con la Ocde habremos cumplido al menos tres recomendaciones, pero, además, también cumpliremos históricos exhortos de nuestras altas Cortes y, más que cumplir una promesa de campaña, estaremos sencillamente, cumpliendo la Constitución del Trabajo que lleva décadas sin desarrollarse por la férrea oposición del capital.

No podemos dejar que el mundo del trabajo siga como va. Parafraseando a nuestro presidente Gustavo Petro: no vamos a renunciar a que llevemos dignidad al mundo de las personas trabajadoras.

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