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“Contrata a los mejores y déjalos hacer lo que saben. Si no, contrata a los más baratos y que hagan lo que tú dices”: Warren Buffet.
Los inmigrantes son como los árbitros de fútbol, se distinguen fácilmente, son muy difíciles de ocultar y se les rechaza cuando hay un propósito deliberado de proteger la mano de obra propia. Por eso, hay que analizar, con detenimiento, el impacto positivo que pueden tener inmigrantes seleccionados. Hay que cambiar la visión de cómo hacemos negocios, mejorar los indicadores del Doing Business y lograr una gobernanza eficaz e índices de transparencia, factores que se estudian, con detenimiento, a la hora de definir donde invertir.
El capital busca ubicarse donde haya mayor rentabilidad, facilidad para manejar problemas complejos locales y adaptarse al mundo cambiante. El que no lo hace, se queda, lo atrapa el pasado. Hay metodologías muy ordenadas para influir y facilitar que los negocios y la academia puedan progresar más. Existen expertos en abordar problemas y en identificar ideas para actuar rápidamente en un intercambio de conocimientos con especialistas. El reto es crear el clima para atraer nuevos inversionistas mundiales y tener disponible las nuevas tecnologías.
Una manera de fracasar en este propósito es precisamente no tener una política clara de las actividades económicas que se van a impulsar y, por lo tanto, qué clase de inmigración se requiere.
Lo primero, entonces, es definir qué sectores de crecimiento económico queremos para poder saber qué inversionistas buscar y así actuar directamente donde ellos están. Hay que armar los equipos entre el sector público y privado para que puedan hacerlo.
Se necesita la inmigración de gente con alto nivel de habilidades -que ha sido rechazada en algunos países y mal recibida en otros- y, por el contrario, ha sido bien atraída en naciones que, precisamente, son las que más han progresado. Hay muchas lecciones exitosas a nivel internacional de cómo se tiene que hacer para acumular el mayor volumen de talento que permita desarrollo económico. Hay que aprender de los inmigrantes calificados por sus vastos conocimientos.
Si se traen cerebros con conocimientos específicos es como si se hubiesen construido aquí esos saberes. Hay que dar todas las facilidades y todos los estímulos para que tengan las oportunidades de desarrollar, al máximo, sus aportes para que crezca la economía. Todo esto creará más plazas de trabajo que pueden doblar el objetivo de crecimiento de empleos. La inmigración es un traslado de conocimientos que enriquece la historia de la humanidad y es a lo que hay que apuntar. Lo más relevante es el cambio de actitud y ajustes en la reglamentación.
Boston (EE.UU) ha luchado con sus 70 universidades para atraer el mayor volumen de extranjeros del más alto nivel científico e intelectual y se ha convertido en uno de los mayores centros de pensamiento y de desarrollo de toda clase de disciplinas. Tienen la élite del mundo.
Ya hay mucha información sobre este tipo de inmigración, incluso ya se estudian patrones ajustados al desarrollo económico que visiona cada país, hecho que es muy diferente a los refugiados que van de una nación a otra. La modernidad exige atraer esos talentos para construir un mejor país. Estamos hablando de inmigraciones positivas que enriquezcan nuestro conocimiento, la innovación y la tecnología.