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Analistas 25/11/2017

¿Del fast track al fast trash?

Edgar Papamija
Analista

Duró poco la celebración del Gobierno por los resultados económicos publicados por el Dane correspondientes al tercer trimestre. Analizando las cifras, el crecimiento registrado de 2% del PIB se debe al buen desempeño agrícola que en lo corrido del año ha mostrado un incremento acumulado de 7,5%, al sector financiero, que nunca pierde y al sector servicios.

Desafortunadamente el turismo y el comercio crecen tímidamente, pues no hay forma de recuperar la confianza del consumidor y sorprende que el Gobierno, obligado a recortar los gastos, sea el que más contribuye al crecimiento por el lado de la demanda con 3,9%. La industria no levanta cabeza, mientras la construcción y la explotación minera se sitúan en el campo negativo con -2,1%.

Tienen razón el Banco de la República y los analistas que apuntan a un crecimiento anual no superior a 1,6%, en tanto el Gobierno le apuesta a 1,8%, pues si bien es cierto hay un buen comportamiento de los hidrocarburos que podrían empujar el resultado final y compensar de alguna manera el desgano de los inversionistas que no parecen animarse a sembrar capital, es preocupante el bajo desempeño de la economía en exportaciones, el deterioro de la cartera vencida, así como el retraso y la parálisis de las inversiones en las obras 4G que afectarán el desempeño del sector financiero y del sector de la construcción que definitivamente no muestra señales de recuperación.

El ambiente no es propicio y tiende a enrarecerse por el clima de incertidumbre que generan el Ejecutivo y el Legislativo, trenzados en una disputa de final imprevisible en la implementación del Acuerdo de Paz, que sin lugar a dudas está contribuyendo a mantener la desaceleración económica, pese a las buenas intenciones del Banco de la República.

Difícil saber hasta dónde quieren llegar los amigos de tirar a la basura los acuerdos, después de volverlos trizas. La visión recortada de algunos políticos los ha llevado a jugar a la ruleta rusa poniendo palos en la rueda a su implementación, disfrazando de falso patriotismo su discutible derecho a interferir un proceso, que más allá de los reparos al mandatario de turno, constituye una política de Estado. En mala hora y por un error de cálculo se sometió, innecesariamente, el Acuerdo, a una fallida consulta cuyos resultados han servido, so pretexto de las víctimas, para predicar el odio, cerrar el camino de la reconciliación y negar la posibilidad de doblar esa página dolorosa.

La Fundación Paz y Reconciliación muestra una importante reducción de los indicadores de violencia asociados al conflicto armado, disminución que comenzó a registrarse incluso desde 2012, cuando se inició el proceso de paz con las Farc. Entre 2012 y 2016 la Fundación señala una reducción de homicidios a nivel nacional de 3.695 vidas. Según el Ministerio de Defensa las muertes violentas pasaron de 15.957 en el 2.012 a 12.262 en 2.016 habida cuenta que el mayor ahorro en vidas se dio en este año.

Se equivoca en materia grave el Congreso y quienes le apuestan a arrojar al tarro de la basura lo acordado con las Farc. Si el ahorro de sangre y el daño económico no los conmueve, tendrán que comparecer ante el juicio de la historia que no puede perdonar su indolencia. Quedan ocho días para enmendar la que puede convertirse en una vergonzosa página de nuestra historia por la desfachatez de un Estado desleal a un compromiso con el mundo. Ojalá no seamos testigos de un “Congreso Admirable”… por su irresponsabilidad.

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