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Analistas 08/01/2016

Cambio climático y urbanización de la sabana

Edgar Papamija
Analista
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La XXl Conferencia Internacional sobre Cambio Climático que se reunió en París, terminó con la aparente satisfacción de los 195 países firmantes del acuerdo y con la decepción de científicos y defensores del medio ambiente que no entienden la insensibilidad de los líderes del planeta frente al fenómeno de calentamiento global 

Por primera vez hubo consenso en el objetivo central: evitar que el aumento de la temperatura media de la tierra supere los dos grados centígrados. Cada país se comprometió a fijar sus objetivos para recortar las emisiones de los gases de efecto invernadero. El acuerdo entrará en vigencia en el 2020, pero cada día que perdamos, estaremos caminando al abismo con los ojos abiertos. 

La meta de Colombia es reducir en 20% las emisiones de gases de efecto invernadero. El presidente Juan Manuel Santos, escribiendo en piedra, no vaciló en adquirir ese compromiso pese a la vulnerabilidad de nuestro ecosistema y a la incapacidad del Estado para enfrentar la deforestación, la minería legal e ilegal, el narcotráfico y el tráfico de especies forestales.

Según la Presidencia de la República, esta sequía ha afectado el abastecimiento de agua en 285 municipios y más de 260.000 hectáreas de cultivos. En Cundinamarca, según la CAR, 90 de los 116 municipios están en riesgo de verse afectados, pues 85% de las fuentes hídricas están en estado crítico. 

En la cuenca del río Bogotá el Fenómeno de El Niño no es la única causa del problema; además de la deforestación hay graves abusos en la utilización de los suelos. La nueva colonización de la Sabana es una mancha que arrasa con la ecología sin respetar normas y sin control aparente. Los municipios aledaños a la capital de la república que conforman la cuenca del río Bogotá, crecen, como Chía, a más de 12% anual. Hay todo un proceso de modernización producido por relaciones particulares de capital y comportamientos sociales que impulsan la urbanización bajo parámetros culturales y sobretodo económicos que permiten a los “nuevos empresarios” enriquecerse, pavimentando la Sabana y las tierras altas de las cuencas hídricas sin importar el irreparable daño ecológico que causan

Desafortunadamente no hay unidad de criterio del Estado para enfrentar la codicia de los constructores. Según el Director de la CAR, el Ministerio le quita poder a la Entidad y deja a los municipios, a merced de los intereses económicos.

La resolución 138 del 2014, del Ministerio del Ambiente, redujo el Área de Reserva Forestal Protectora de la Cuenca Alta del Río Bogotá, de 245.147 a 94.161 hectáreas. De un plumazo, la ministra de la época, Luz Helena Sarmiento, la misma que manifestó que no había que preocuparse porque solo se habían muerto 6.000 chigüiros, le quitó 151.000 hectáreas a una cuenca que le da agua a más de nueve millones de personas. 

Al amparo de esta norma los constructores, con su poderoso equipo de asesores, convierten fincas ganaderas o tierras de campesinos amedrentados, en conjuntos residenciales donde no entra Dios ni ley. Ahí reina la omnímoda voluntad de los empresarios. Violan todas las normas ambientales, abusan del uso de los suelos, acaban con las fuentes hídricas y son intocables.

La soberbia de estos nuevos conquistadores urge, para su control, una organización regional supramunicipal que controle su voracidad. Basta un ejemplo: hoy, hay racionamiento en el suministro de agua en muchas veredas de la zona alta de la cuenca del río Bogotá; en los conjuntos residenciales de estrato seis, eso no es posible, pues peligran los jardines. No hay derecho.

NB.- A propósito de conjuntos residenciales. He tenido la oportunidad de ver en Yerbabonita, el lote del general Palomino, y no se si lo que voy a decir calme o exacerbe a sus críticos, pero dudo mucho de su habilidad para negociar; le vendieron un humedal, y aunque en algunos de esos guetos reina el abuso, no creo que la CAR le permita construir ahí su casa de retiro.

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